Fue el lugar de descanso y esparcimiento de las clases dirigentes y adineradas de Argentina y Europa. Construido en solo un año con un costo de un millón de dólares, significó el origen de La Falda. Su edificación de estilo franco italiano fue un modelo de hotel estancia que se autoabastecía en su totalidad.
Desde su inauguración en 1898, el Hotel Edén albergó a importantes figuras como Albert Einstein y Rubén Darío pero tras pasar a manos nacionales comenzó su decadencia. El lujo y la opulencia de sus salones son hoy un recuerdo borroso luego de dos décadas de saqueos y destrozos.
La imponente estructura del edificio que a principios del siglo XX se convirtió en el referente de la hotelería de Córdoba y el país, se descubre a los turistas que atraviesan la avenida Edén y llegan al pie de los cerros El Cuadrado y La Banderita. Franqueando la gran puerta de hierro forjado que hace un siglo se abría para el paso de los carruajes que transportaban a los distinguidos huéspedes, el visitante actual se adentra a la fascinante historia del hotel de la mano de un guía local.
Desde el príncipe de Gales, los presidentes Roca y Perón hasta el Che Guevara en su niñez, fueron ilustres visitantes del establecimiento que tenía capacidad para 250 pasajeros y una planta de 125 empleados. El costo de la estadía por jornada rondaba los 300 dólares por persona y la costumbre era hospedarse al menos tres meses.
Las 900 hectáreas que comprendían el predio, incluyendo los dos cerros, invitaban al paseo por amplios parques, campo de golf, canchas de tenis, huertas y anfiteatro. En 1913 se lotearon los terrenos para que los empleados pudieran construir su vivienda dando origen a la ciudad serrana.
Prisión de lujo
El Edén vivió sus años dorados desde 1898 hasta 1945 cuando culminó la Segunda Guerra Mundial. Al ser sus dueños alemanes, el hotel fue confiscado y utilizado como "prisión de lujo" para la diplomacia japonesa y la tripulación del acorazado alemán Graf Spee, en períodos diferentes.
En 1948 el presidente Perón devolvió el hotel a sus dueños originales pero el prestigio del complejo había decaído por su relación con el nazismo. Esta situación derivó en la venta del hotel que comenzó a ser explotado sin éxito por manos privadas nacionales hasta su última temporada en el año 1965. En 1970 se decidió reiniciar la actividad con la inclusión de un casino que redituara para mantener la estructura hotelera, pero por problemas políticos la obra no se concretó.
Desde 1971 hasta 1990 el hotel soportó una serie de saqueos y destrozos provocados por la misma gente de la región que con total impunidad se llevó todo lo que pudo, incluidos los pisos de roble, muebles, aberturas y hasta un generador de corriente alterna. En 1988 las ruinas fueron declaradas monumento histórico municipal y de interés turístico provincial.
Mármol de Carrara
Al subir por la amplia escalinata de mármol de Carrara que conforma el ingreso al hotel se pueden apreciar los grandes ventanales que alguna vez sirvieron de apoyo a imponentes vitreaux.
La frondosa vegetación con el tiempo fue cubriendo lugares como el patio cervecero utilizado por los caballeros, las habitaciones del personal de mantenimiento y el campo de golf, entre otros.
En el Edén Hotel se consumía agua mineral de vertiente que bajaba directamente del cerro, purificada mediante un sistema de piletas de decantación. También contaba con servicio de lavado, planchado y esterilización para prevenir el contagio de tuberculosis. Entre los artículos más curiosos que todavía se pueden ver se encuentra un secarropas y una plancha de vapor del año 1904, de origen inglés.
Debido al mal estado de muchas de las inmensas habitaciones, los visitantes no pueden recorrer todas las dependencias pero el itinerario comprende un paso por la sala donde funcionaban los generadores de corriente, la suite presidencial, el salón comedor y el patio de invierno, entre otros.
Actualmente funciona en el lugar un bar ubicado donde estaba el del hotel. Este cuenta entre su mobiliario con la barra, los pisos originales y una antigua heladera. También allí se pueden ver viejas fotografías, publicidades y una réplica del libro de firmas donde puede leerse, por ejemplo, la mordaz dedicatoria dejada de puño y letra por el poeta nicaragüense, Rubén Darío.