El Gran Premio de Australia (comienza a las 0 hora argentina, televisa Fox Sports) será el puntapié de una nueva temporada de Fórmula 1, que aspira sí o sí a distanciarse de las últimas para volver a atrapar a una masa de espectadores que viene durmiéndose con el dominio absoluto de Michael Schumacher y Ferrari, acompañado por un ladero como Barrichello que sólo se dedica a ser su fiel edecán. Este año los 8 primeros recibirán puntaje (10, 8, 6, 5, 4, 3, 2 y 1 ), lo que achicó en 4 puntos la brecha entre lo que recibe el ganador y su escolta, para que Schumy no salga campeón seis fechas antes como ocurrió en el 2002, un año paupérrimo porque no hubo sobrepasos y ni siquiera las paradas en boxes le pusieron emoción a las pruebas. Además, se alteró el sistema de clasificación, de manera que los pilotos sólo puedan girar una vez, con el orden invertido establecido en la preclasificación del viernes, en el que también los autos giran sólo 1 vuelta. Esto permitirá que las grillas de partida se vean alteradas. Además, los autos no pueden ser tocados desde la clasificación del sábado hasta el domingo, por lo que los equipos deberán estudiar bien cuánto combustible usar para no tener que repostar muy rápido en carrera. Estos cambios, como el de la eliminación de todo tipo de control automático (se dará a mediados de temporada) y de contacto por radio entre box y piloto, que aumenta la incidencia de este último, no son de fondo, porque no atacan el mal que aqueja a la Fórmula 1: la de la enorme diferencia de recursos entre ricos (constructores) y pobres que se traslada a la pista, y ya arrastró a la quiebra a Prost y Arrows, y quizás les sigan Minardi y Jordan. Ese es el verdadero desafío, que lejos hoy parece estar la FIA de subsanar con cambios que son sólo una aspirina.
| |