Año CXXXVI
 Nº 49.771
Rosario,
martes  04 de
marzo de 2003
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Editorial
De bochorno en bochorno

Si hubo quienes alguna vez sostuvieron que hay que votar en blanco o no concurrir a las urnas para desairar a los políticos se equivocaron. Lo demuestra claramente el bochorno electoral ocurrido el fin de semana en Catamarca. Más que nunca ha llegado la hora de que la gente aprenda a elegir a quienes dirigirán los destinos de la sociedad. No es nada nuevo, como que es bíblico: hay que aprender a separar la paja del trigo. Para que los personajes nefastos y corruptos capaces de todo en aras de satisfacer sus ambiciones queden en el camino y no vuelvan a aparecer.
El impacto negativo que estos episodios tienen en la sociedad contribuye a deteriorar aún más la desgastada imagen de los políticos, a quienes la sociedad atribuye todos los males que hoy padece la Nación. Más que horrorizarse con lo sucedido en Catamarca, donde se quemaron urnas y se generaron graves disturbios que derivaron en la postergación de las elecciones en la provincia norteña, la clase política intenta acaso vanamente despegarse de estos episodios. Más de un opinólogo ve hoy al senador nacional Luis Barrionuevo como un moderno Herminio Iglesias, el dirigente que adquirió triste notoriedad al quemar un ataúd en 1983 y a quien atribuyen por ese criticable episodio haber hecho perder las elecciones al Partido Justicialista frente a Alfonsín. El sindicalista gastronómico, a quien los jueces no autorizan ser candidato a gobernador por no reunir los requisitos de ley ya había estado antes en boca de todos. No hace falta recordar que como plan público para mejorar el país había sugerido que había que dejar de robar por dos años. A Barrionuevo le atribuyen haber enviado patoteros para generar el caos en Catamarca. Pero no menos responsable es el mandatario Castillo, que poco hizo para impedir a tiempo los incidentes, a sabiendas de que perdía la elección.
Elocuente panorama de la política nacional imperante. Aníbal Fernández, ministro de la producción y político moderado, fue acaso quien dio una de las más acertadas descripciones de lo ocurrido: "Con un candidato que no podía ser y un gobernador que perdía, se juntaron todas las posibilidades para hacer esta enorme chanchada". Por si fuera poco, la sociedad no logra todavía olvidar porque está demasiado fresco en su memoria el hazmerreir que protagonizó otro viejo partido, cuando las internas radicales terminaron con denuncias cruzadas de fraude que pusieron en evidencia que la ansiada renovación está lejos de llegar.
Falta muy poco para unas elecciones nacionales cruciales. Pero después de estos actos que avergüenzan es difícil asegurar el interés de la ciudadanía. La credibilidad se debe recuperar día a día. Con actos y no con palabras. Quienes actúan y militan en política, en cualquier estamento que sea, tienen hoy esa responsabilidad. O les estará vedado por siempre caminar con la frente en alto.


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