Eran casi las dos de la tarde del viernes cuando sonó el teléfono en la casa de María de Lamónaco. "Tenemos secuestrado a tu cuñado y su familia", dijo la voz de un hombre con acento correntino o chaqueño. El secuestrador primero exigió cinco mil pesos y después las claves de 20 tarjetas telefónicas de diez pesos como rescate. Un rato después, el esposo de la mujer se dio cuenta de que había caído en una trampa, cuando logró comunicarse con su hermano, que regresaba en su auto de la provincia de Entre Ríos. Esta nueva modalidad delictiva se repitió anteayer y los teléfonos sonaron en dos casas separadas por pocas cuadras. El ardid consiste en hacer un llamado por cobro revertido, anunciar el secuestro de algún familiar y exigir el pago de una determinada suma en códigos de tarjetas telefónicas. Cuando faltaban quince minutos para las 2 de la tarde, María recibió una comunicación por cobrar en su casa de Estanislao Zeballos al 3200. Apenas discó el cero para aceptar el llamado, la voz de un hombre que dijo ser de la Policía Federal le anunció una noticia que la estremeció. "Un familiar suyo tuvo un accidente en la ruta", dijo la voz masculina con acento "chaqueño o correntino". La mujer no dudó de la veracidad de la información porque su cuñado se había trasladado a la provincia de Entre Ríos. "Está con nosotros y viajaba en un Volkswagen Polo", dijo el interlocutor para que fuera más creíble el relato. Pero cuando María pidió contactarse con su pariente, el hombre que estaba del otro lado de la línea decidió terminar con la farsa. "Dejá de decir tonterías. Tenemos secuestrado a tu cuñado y su familia y queremos cinco mil pesos para liberarlos", dijo con tono firme. La primera reacción de María fue decirle que esperaran hasta que regresara su marido, Roberto Lamónaco, del trabajo. El captor dijo que volvería a llamar en siete minutos. Todavía no se había cumplido ese lapso cuando sonó el teléfono nuevamente. Era otra voz masculina que habló con Lamónaco y le ordenó los pasos que debía seguir. Debía ir al locutorio más cercano y debía comprar 20 tarjetas telefónicas de diez pesos. El hombre, de 43 años, fue hasta el telecentro que funciona en un supermercado de avenida Pellegrini al 3200. Compró 20 tarjetas de cinco pesos y volvió a su casa. Desde allí se contactó con el secuestrador y le dio las claves. María está convencida de que alguien observaba sus movimientos porque "nos exigieron que entremos a nuestra casa", después de que los delincuentes ordenaron que quemaran las tarjetas en la vereda. Ya habían pasado casi tres horas y la pesadilla continuaba. "Nos amenazaban. Decían que las nenas (las sobrinas) iban a morir desangradas. También nos pedían que dejemos el teléfono descolgado. Además estaban enojados porque mi esposo compró tarjetas de cinco pesos y ellos querían de diez", contó la mujer. La desesperación de la pareja aumentaba mientras el tiempo transcurría. Lamónaco intentaba contactarse en vano con el celular de su hermano, Juan Carlos. "No se podía comunicar porque estaba fuera del área de cobertura". Ya eran casi las 5 de la tarde, cuando llegó el alivio para los Lamónaco. Finalmente, el hombre se comunicó con su hermano, que había llegado a Rosario. Recién en ese momento se dio cuenta de que había caído en una trampa cuando el familiar le dijo que "no estaba enterado de nada". Después fue hasta la comisaría 6ª y radicó la denuncia. Mientras María había llamado "a un 0-800 para bloquear" las tarjetas, aunque los delincuentes no las habían usado.
| Las tarjetas de telefóno sirven para efectuar la estafa. (Foto: Hugo Ferreyra) | | Ampliar Foto | | | Notas
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