DOUGLAS HAMILTON
Doha. - En la medida en que el calor comienza a intensificarse en el golfo Pérsico, el tiempo se acorta para librar una guerra en la estación elegida. Nadie discute que las tropas estadounidenses lucharían mejor en las próximas semanas que en abril. El Pentágono dice que el calor no es un obstáculo, pero los expertos y los soldados sugieren que combatir con trajes antiquímicos incómodos y asfixiantes sería todo un tormento. "En cuestión de unas semanas el desierto será un infierno", dijo un árabe de la región, mientras las grandes potencias debaten si ha llegado la hora de poner fin al proceso de inspecciones de armas en Irak y pasar a la guerra.
Si acordaran el uso de la fuerza, las acciones podrían comenzar a mediados de marzo, cuando las temperaturas son aún moderadas. Sin embargo, las profundas divisiones sobre lo apropiado de una campaña encabezada por EEUU para derrocar al presidente Saddam Hussein y el temor de lo que pudiera desatar les arrebató de las manos el momento oportuno. Francia propone ahora otra revisión del desarme en las Naciones Unidas para el 14 de marzo.
A diferencia de El Alamein -la famosa campaña en el desierto en la Segunda Guerra Mundial- esta guerra no podría combatirse en pantalones cortos. En la Guerra del Golfo Pérsico de 1991, los servicios de inteligencia estadounidenses vaticinaron tajantemente que Irak usaría armas químicas y los soldados aliados se entrenaron para colocarse los trajes protectores en segundos. En realidad, ningún arma química fue utilizada, pero los soldados no se enteraron y detestaban el grito de "¡gases!" que los hacía recurrir a las odiosas máscaras.
Bajas por el calor
Los aviones y misiles crucero son inmunes a los químicos, pero la probabilidad es ínfima de que la fuerza aérea sea capaz de derrocar a Hussein por sí sola. La infantería tiene que participar y es muy probable que Hussein, entre la espada y la pared, ordene a esta vez a su artillería el uso de proyectiles químicos que según EEUU mantiene ocultos en algún lugar. "El traje nos protege de un ataque pero yo preferiría que nos destrozaran con una bomba atómica", comentó el ex francotirador de la marina Anthony Swofford en "Jarhead", un revelador recuento de la Guerra del Golfo Pérsico según fragmentos publicados por la revista Harpers. Los trajes herméticamente sellados de su unidad llegaron a Kuwait "envueltos en cinta adhesiva y cordones de nailon", recuerda.
El ejército estadounidense dice que los soldados están ahora mejor entrenados para usar los equipos protectores en el calor del desierto. De hecho, aprovecharían su ventaja de tener equipos de visión nocturna para combatir después de la puesta del sol. Sin embargo, si Irak forzara a batallas diurnas, las tropas estadounidenses sufrirían en sus trajes, advierte el científico militar retirado Bernard Fine en un documento en que menciona una serie de estudios prácticos.
El equipo protector del ejército estadounidense, conocido por las siglas MOPP-IV, ofrece un aislamiento total y se compone del traje, una capucha, guantes, botas y una máscara con filtro, dice Fine. "El usuario está encerrado en un medio artificial que limita grandemente la evaporación del sudor y reduce por lo tanto la capacidad del cuerpo de mantener una regulación térmica normal". "Incluso en temperaturas moderadas, el esfuerzo físico fuerte combinado con una alta humedad y los rayos solares puede provocar hipertermia, reacción al calor y, a la larga, víctimas del calor", agregó.
Agotador y claustrofóbico
En el calor, los soldados en trajes MOPP pueden hacer labores físicas por "unas pocas horas o menos", según Fine. Correr con el traje completo pudiera producir "significativas bajas por calor en un corto período de tiempo". Los trajes pueden también restringir la visión y destreza manual. "La máscara de gas y la capucha pueden afectar la captación de los sonidos, de modo que las palabras penetran en el cerebro en cámara lenta", dice Swofford, cuya unidad tuvo que jugar al football americano en trajes MOPP para impresionar a los reporteros que los visitaban cuando esperaban por la guerra en Kuwait. "Que nos salve Dios, porque estos trajes no lo harán", dijo un recluta que quemó ceremoniosamente los trajes poco después.
Algunos soldados sufren una debilitadora claustrofobia y terminan destrozando la capucha y la máscara, dice Fine. Las pruebas provocan "ansiedad, hiperventilación y un desmayo subsecuente". Swofford dice que se orinó más de una vez. "Orinarse en el traje protector obviamente humedece el aislamiento de carbón y puede comprometer la integridad del uniforme", dice Fine. El sudor reduce también la protección del traje. (Reuters)