La producción serial de hechos delictivos moldea las sensaciones y los hábitos de los vecinos y comerciantes de esta zona de Empalme Graneros. En la esquina del negocio de Pablo hay una granja y una carnicería enfrentadas por la ochava. Los carniceros atienden con la puerta abierta y enfrentan a los ladrones con la misma naturalidad que atienden un pedido. "Acá trabajamos con cuchilla, chaira, sierra y esto". Esto es una pistola que está sobre la mesada cargada de cortes de carne, dentro de una bolsa plástica. "Es una herramienta más de trabajo", contó el comerciante, mientras enumeraba las últimas anécdotas sobre asaltos frustrados a coro con su empleado. "Ya nos conocen, saben que acá los corremos", dijo. Frente a él, el dueño de la granja atiende con la puerta cerrada y se niega a estar armado. "Tener un arma es un peligro. Hay que saber usarlas muy bien y estar preparado. Ya tenemos bastantes problemas como para enfrentar un desastre", explicó el encargado. Los dos comerciantes coinciden en que si ven jóvenes "con gorrita baja", "rondando" el negocio, o que les parece sospechoso, no abren, o los corren. La falta de seguridad afecta a todos los vecinos, convencidos de que es imposible salir a la calle tranquilos. Más de un vecino asegura que llegó a la seccional de la jurisdicción con su denuncia acompañada por el reconocimiento del ladrón, por su nombre, apodo y domicilio, porque la mayoría son del barrio. Pero aseguran que aún de ese modo, los policías no los detienen. Todos estaban al tanto de la reunión de las Asambleas barriales que se realizó anoche el club La Gloria, de barrio Ludueña.
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