Unas 350 cajas de herbicidas, valuadas en unos 25 mil dólares, fue el objeto de un robo organizado por una banda cuyos integrantes, cuatro ladrones muy jóvenes, no se preocuparon por ocultar sus caras. El eficaz golpe ocurrió en un campo experimental que la productora de semillas Relmó, con sede en Rosario, tiene en una zona rural entre Oliveros y Maciel, 10 kilómetros al oeste de la ruta 11, sobre un camino de tierra.
Fueron casi tres horas de terror para el cuidador de la firma. Isidro Alcaraz, de 56 años, permaneció inmovilizado de pies y manos en la cocina de su casa, apuntado por sus captores con pistolas relucientes, en una tensa espera del camión que debía llegar para llevar la carga y no aparecía.
El viernes a la tarde, todo el equipo de trabajo de Relmó -la mayoría ingenieros agrónomos- se encontraba en el campo. Uno a uno se fueron retirando al llegar las 19 y sólo quedó en el campo el casero. Alcaraz trabaja hace cuatro años en la firma, que tiene más de 40 de trayectoria en el desarrollo de semillas transgénicas, y estaba en el corral de los animales cuando vio que a gran velocidad llegaba por el camino un Renault18 color bordó.
El auto entró al predio y el cuidador salió al cruce detrás de los perros que anunciaron el ingreso. Llevaba cuatro hombres y bajaron dos que mintieron sobre su deseo de comprar un cordero. La conversación alternó unas pocas frases porque Alcaraz tenía orden de no vender ningún animal más. Los visitantes mencionaron a un conocido de Maciel, como el que los envió para hacer el negocio, y en la charla señalaron hacia el pueblo. El ademán les sirvió para tomar las armas de la cintura y apuntar al empleado, que quedó inmóvil y perplejo la porción de segundo necesaria para que el mayor de los asaltantes le aplicara un violento puñetazo en la cabeza. El golpe lo dejó en el suelo.
El hombre que lo golpeó era el más alto y grande de los cuatro, y también le pareció que era el mayor. Alcaraz no le calculó mas de 25 años. Los otros tenían menos años, eran más chicos de estatura y flacos, a excepción de uno, más robusto.
El aguante
La certeza de que la banda esperó pacientemente que el casero quedara solo la acreditan los otros empleados y profesionales de la empresa, entre ellos Julio Ferrarotti, hijo del presidente de la firma. Después del miedo, la desesperación y el llanto, la memoria les dejó rescatar la imagen del 18 bordó en el camino a su salida del campo. Pero entonces nadie les prestó atención.
Tampoco la hora fue casual. Poco más tarde el casero hubiese cerrado la tranquera con candado y para entrar habrían tenido que romperlo. Con el ruido y los perros alertados, el hombre los habría recibido a escopetazos.
Con los cuatro asaltantes abajo del auto, el casero fue llevado entre pistolas a la cocina de su casa. Lo único que pedía era que no le hicieran nada, aterrado por las armas brillantes y porque los ladrones insistían en saber donde había dinero. Y en el predio no había un centavo. Lo demás, no necesitaban preguntarlo. Sabían perfectamente que había más de 400 cajas de Roundup, un herbicida que es como la Coca Cola del ramo, guardadas en el galpón ubicado al lado de la casa. Relmó se especializa en desarrollar variedades de semillas resistentes a ese agroquímico.
Eran las 19.45 cuando llegaron. Después de atar al cuidador cortaron los teléfonos, los tiraron afuera y revolvieron la casa. Tomaron los datos de su cautivo prolijamente para "boletearlo" después si había algún inconveniente, le decían al hombre, inmovilizado en la silla. Se quedaba de a uno por vez a su lado, excepto el más grande, que le pegó al llegar y que tuvo la actitud más violenta todo el tiempo. Le exigió que no lo mirase, y le tiró un trapo en la cara para evitarlo. Después no volvió a verlo. El resto actuó tranquilamente a cara descubierta. Constantemente le hacían ver las armas, jugueteando con el cargador y mostrándole los proyectiles. Solo uno lo trató con menos rudeza, pero no escatimaba amenazas. "Quedate piola y no hagas nada, porque te quemo", escuchaba el hombre. "No te preocupes por nada, que con la policía no hay problemas, trabajamos con ellos", apuntalaban.
Los asaltantes llevaban dos teléfonos móviles que no paraban de llamar. El camión que debía llegar para cargar los agroquímicos, por algún motivo, estaba retrasado. El plan "b" apuntó a la camioneta del casero, una Volkswagen Saveiro. "No te preocupes, que te la vamos a dejar en algún lado", le dijeron al dueño. Pero un llamado posterior volvió el proyecto a su cauce y el camión esperado llegó poco después.
Fue en el único momento que los asaltantes tomaron más precauciones, para evitar que el casero identificara el vehículo, y cubrieron las ventanas de la cocina donde el hombre permanecía encerrado. También le indicaron que dijera que ellos habían llegado en una camioneta y que no mencionara el camión.
El vehículo tenía la capacidad necesaria para cargar unas 340 cajas de herbicida, tarea que realizaron en menos de media hora, cuando habían pasado las 22.