Año CXXXVI
 Nº 49.754
Rosario,
sábado  15 de
febrero de 2003
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Editorial
Docencia, tarea clave

Desde esta columna se ha hecho reiterado hincapié en la importancia crucial que reviste la función docente en el marco de un país que ha caído en una de las peores crisis de su historia. Es que la grave coyuntura que aflige a los argentinos tiene raíces más profundas y extendidas que aquellas que se hunden en el terreno económico. Lo que preocupa en relación con este asunto es, por un lado, la subestimación de que suele hacerse víctima al trabajo de los maestros; y por el otro lado, como lógico complemento, la pérdida de calidad que se observa en el plantel docente.
En su edición del pasado miércoles La Capital divulgó un dato que para muchos rosarinos acaso haya pasado inadvertido: el veinte por ciento de los profesores que se presentaron al concurso para ocupar la dirección de escuelas medias fracasó en la primera evaluación dispuesta por el Ministerio de Educación santafesino. La elevada cantidad que no consiguió aprobar -ciento veinte sobre un total de seiscientos- no debe ser, sin embargo, dramatizada en virtud de que el examen no estaba destinado a medir su capacidad en cada una de las áreas específicas sino sus aptitudes para dirigir una institución. Pero el dato no carece, por cierto, de peso: el porcentaje de reprobados es alto.
Los bajos salarios que perciben los docentes en todos los niveles reflejan la escasa valoración social de su tarea. Muy difícilmente -las excepciones se vinculan con la abnegación o con una vocación muy fuerte- aquellos cuya presencia frente a una clase resultaría de gran valor elijan ese camino. Es responsabilidad de toda una sociedad, pero fundamentalmente de quienes la conducen, el que las cosas ocurran de este modo. El mal no es nuevo, pero tampoco tan antiguo: cinco décadas atrás todo era muy distinto.
Pero mucha agua pasó bajo el puente, y el país conoció el terror y los desastres económicos. La reconstrucción será larga y debe ser iniciada de inmediato. En esa ardua tarea el papel que les tocará desempeñar a los educadores resulta trascendental.
Los argentinos deberían saberlo y pujar, entonces, para recomponer un escalafón salarial deteriorado e injusto. Aunque por el otro lado la politización de los reclamos y la utilización del calendario escolar como variable de ajuste -es decir, pervertir lo más sagrado de una tarea- no se erijan como actitudes merecedoras de elogio.


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