Pablo R. Procopio / La Capital
"Hace 17 años que trabajo acá y nunca vi una cosa así", dijo ayer a La Capital un funcionario de la Secretaría de Estado de Medio Ambiente y Desarrollo Sustentable de la provincia. Se estaba refiriendo al yacaré overo de 2,30 metros que fue capturado ayer a la madrugada en Rosario. El reptil se había guarecido en el arroyo Saladillo en busca de aguas mansas y un hábitat acorde a su naturaleza, pero no fue bien recibido por los lugareños de la zona cercana al frigorífico Swift, quienes lo apedrearon y hasta le dispararon. Así, era lógico que el animal estuviera sumamente alterado y en todo momento reaccionara violentamente al punto de llegar a romper la luneta trasera de la pick-up que lo trasladó finalmente a la zona de islas. El animal apareció por primera vez hace una semana en una caleta artificial ubicada en el límite sur de la ciudad cercana al Club de Pescadores y la cortada El Mangrullo, aproximadamente 200 metros arriba del arroyo Saladillo. En aquella ocasión fue visto por varias personas pero el personal de la secretaría provincial (conocida como Fauna) intentó hallarlo infructuosamente. Se había ido asustado por los piedrazos provenientes de los irascibles y también temerosos habitantes de la zona. Pero el cocodrilo se encontró con el arroyo Saladillo, un lugar calmo donde hallar resguardo. "La gente decía que había dos o tres. Y aunque nosotros ubicamos sólo a uno, vamos a seguir rastrillando", dijo el guardafauna Marcelo Rodríguez. Es que en este tipo de situaciones inusuales suelen aparecer fabuladores e inventores de historias. Ciertas personas llegaron a decir que el yacaré se había comido un gato, un perro y patos. De todos modos, se trata de un animal "robusto y salvaje", agregó el joven empleado honorario de la provincia. Claro, pesa 80 kilos, mide 2,30 metros y se le calculó una edad de 20 años, ya en la adultez. La última búsqueda diurna se realizó anteayer. Desde Fauna y la Prefectura Naval Argentina se decidió trasladarla a la noche. "También pensando en la posibilidad de que los ojos del reptil brillan al contacto con la luz de las linternas", sostuvo el subprefecto Román Arce. El bichito siempre asoma sus faroles mientras nada. Y eso sirvió para localizarlo. Finalmente, cerca de las 2 ya estaba atado con lingas de acero y arriba de una camioneta. "Los vecinos, la policía y médicos veterinarios, como el doctor (Guillermo) Pérez Gimeno, también colaboraron", remarcó Rodríguez. En plena noche, llegaron a reunirse cerca de 300 personas alrededor del puente del frigorífico Swift. Era un espectáculo inusual desde todo punto de vista. En medio de eso, el yacaré se ponía cada vez más furioso, rompió las lingas de acero, se resistía. El resto de los elementos utilizados por Medio Ambiente (un bote, un reflector, una batería) era prestado. Rodríguez se llevó el animal en su camioneta y la dejó, con el cocodrilo en la caja, estacionada en el Comando Radioeléctrico de Villa Gobernador Gálvez para esperar directivas de sus superiores. Ya entrada la mañana primó la idea de liberarlo en un sitio más acorde para su supervivencia. "El yacaré llegó hasta la costa rosarina por el cansancio de luchar contra la correntada del río, se asentó en el camalote y esperó hasta hallar aguas calmas donde poder alimentarse y permanecer", contó el guardafauna antes de añadir que llegó a Rosario traído por la creciente. Cerca de las 11 lo trasladaron hacia las cercanías de Victoria, a un sector de riachos y lagunas. Poco antes había roto de un coletazo la luneta trasera de la camioneta. Entonces, le aplicaron un relajante muscular. Era necesario calmarlo ante tanta fuerza. Así y todo, el animal tuvo una oportunidad única, a la que los rosarinos todavía no pudieron acceder. Cruzó por el puente Rosario-Victoria desde donde lo liberaron en buen estado de salud. No es usual que hoy en día aparezcan yacarés por las costas locales y menos del tamaño del cocodrilo en cuestión. Aunque, hace años esto sí solía ser más factible. La causa obedece a que están en peligro de extinción (ver parte). De todos modos, "en un lugar como el Saladillo podrían vivir perfectamente, aunque la gente no está acostumbrada", finalizó Rodríguez.
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