Año CXXXVI
 Nº 49.752
Rosario,
jueves  13 de
febrero de 2003
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La selección perdió 1 a 0 con Holanda y dejó una pobre imagen
El único gol del partido jugado en Amsterdam fue de van Bronckhorst a cuatro minutos del final

Una derrota por 1 a 0 que llegó sobre el final del encuentro no modificó ningún concepto crítico que podría haberse igualmente vertido si esta Argentina conducida por Marcelo Bielsa se hubiera llevado un empate del Amsterdam Arena en su partido de ayer ante Holanda, a la postre el primer compromiso serio tras el fracaso mundialista de Corea-Japón.
Después de los tres éxitos en hilera que sumó el seleccionado con jugadores del plano local en la reciente gira por Centro y Norteamérica, el compromiso de ayer era el que mayores expectativas despertaba en el aficionado argentino.
Por eso desde esta óptica con la que se analizará de ahora en más al equipo tras la reasunción de Bielsa, solamente una optimización de su rendimiento permitirá ir atenuando el fastidio con que se observa a este grupo poco menos que endiosado, lo mismo que su entrenador, antes de junio del año pasado.
Y ayer Argentina mostró lo mismo que en el Mundial. Es cierto que jugar en el Amsterdam Arena ante un equipo plagado de nombres rutilantes como el holandés debería preservar a este equipo de una crítica despiadada. Pero también es verdad que a Argentina tampoco le faltan apellidos relevantes.
Y en este sentido parece sintomático que el fracaso en Oriente podría convertirse con el tiempo en un lastre muy pesado como para remontar la empinada cuesta de la credibilidad popular que este equipo perdió en apenas diez días.
Si bien la selección se pudo llevar un empate ante los holandeses, ese resultado no hubiera cambiado el concepto. Hasta que llegó el golazo de zurda de van Bronckhorst, no es un dato menor que el arquero Pablo Cavallero se haya convertido en la figura de la cancha salvando tres situaciones netas de gol en el primer tiempo, dos de Kluivert y una de van Nistelrooy.
Argentina, aparentemente conforme dentro y fuera de la cancha, atesoraba en su hibridez un empate que al menos en las estadísticas la ayudaba a enjugar sus lágrimas del pasado.
Pero el seleccionado nacional era eso nada más. Navegaba en la instrascendencia a la hora de encarar alguna idea. Por eso fue derrota nomás. Y si era empate daba lo mismo. Cuando la selección debió dar su primer examen comprometido en esta nueva oportunidad que le dio Julio Grondona a Bielsa, terminó sacando un reprobado. (Télam)



Pablo Aymar fue el único que se diferenció en la ofensiva.
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