Año CXXXVI
 Nº 49.751
Rosario,
miércoles  12 de
febrero de 2003
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Otro jubilado asaltado en su casa con el cuento de la encomienda
Un pensionado italiano fue atado junto a su mujer por dos ladrones que llegaron "con un paquete del correo". Quienes al final huyeron por los gritos de la doméstica

Mario Pomponi es un jubilado de 80 años y llegó a Rosario desde Italia cuando tenía 28 años. A pesar de que sufrió algunos intentos de robo en viajes de regreso a su Nápoles natal, nunca había pasado por esa amarga experiencia en el país. Ayer a la mañana, un muchacho llegó a su casa del barrio Alberdi. Usando un ardid gastado pero efectivo, le dijo que era un empleado del Correo que debía entregarle una encomienda. El anciano no había alcanzado a tomar el paquete cuando el supuesto cartero lo empujó con violencia al interior de la casa. Detrás de él entró otro joven. Los dos intrusos revolvieron toda la casa en búsqueda de elementos de valor, pero sólo se llevaron un reloj pulsera del anciano.
Pomponi arribó a Rosario en 1950. Un año después lo hizo su familia. Trabajó en la ex empresa estatal Agua y Energía y se casó con Angela Acciarita, de 77 años, que nació también en la península itálica.
Este jubilado, hincha fanático de la Lazio, conserva el acento de su lengua de origen y por momentos se torna dificultoso descifrar su relato. Ya eran las 8 de ayer, cuando un muchacho "teñido de rubio" tocó el timbre de su casa de Sorrento al 400, donde la pareja vive desde hace 32 años. El joven traía un paquete con una dirección que Pomponi no alcanzó a ver, aunque creyó que era la de él.
Apenas pudo posar la vista sobre la encomienda porque un tremendo empujón del falso cartero lo introdujo en la casa. Todavía no había reaccionado cuando ya estaba amarrado de pies y manos en una de las habitaciones del inmueble. "Me taparon la boca y me ataron con cintas de embalaje", explica Pomponi, vestido con una remera con una inscripción con el nombre de la capital de Italia.
Angela todavía dormía cuando tuvo frente a ella al otro maleante. Se sentó en la cama sin comprender lo qué estaba ocurriendo. El visitante tuvo una actitud benévola con ella: no la amenazó ni tampoco la intimidó para que le dijera dónde estaba el dinero.

Buscaban dólares
Los dos asaltantes estaban desarmados y al parecer llegaron a la casa con la intención de llevarse efectivo. "Buscaban dólares porque yo cobro la jubilación del gobierno de Italia", explica convencido Pomponi. Ya sin obstáculos para realizar la tarea, comenzaron una búsqueda casi desesperada de elementos de valor. Revolvieron cajones, abrieron puertas de armarios y roperos, tiraron ropa y papeles al suelo mientras el televisor de los jubilados emitía imágenes con el sonido excesivamente alto. "Subieron el volumen para que los vecinos no escucharan", dijo Ana María, la hija de los Pomponi.
Pero el botín buscado no aparecía y el trabajo era infructuoso. Ya había pasado una hora y los ladrones todavía estaban cuando la empleada doméstica de los Pomponi había llegado a la casa. La chica golpeó la puerta y nadie respondió. Insistió tocando el timbre. Y allí uno de los ladrones la invitó a entrar al inmueble. "Pase que estamos trabajando", dijo uno de los muchachos.
Pero a la mujer no le pareció creíble la explicación que le daba ese muchacho de pelo rubio. "La chica es como de la familia y le pareció raro que mi papá no le hubiera contado que planeaba realizar un trabajo en la casa", contó Ana María.
La empleada corrió en búsqueda de ayuda. Sus gritos de auxilio los escuchó una vecina que llamó a la policía. Para los maleantes llegó entonces el momento de escapar con tan sólo algo de valor: un reloj pulsera Election de propiedad de Mario. Corrieron una cuadra y se subieron a una camioneta blanca que los esperaba en Sorrento al 500.



Pomponi nunca sufrió robos en su "pesada" Nápoles. (Foto: Silvina Salinas)
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