La estafa de que fue víctima el martes pasado un empresario salteño tras ser llevado mediante engaños a la sede local de la Aduana habría sido perpetrada por una organización dedicada a cometer ese tipo de delitos y que actuaría en Rosario desde hace por lo menos un año.
Bernardo García, un empresario de 54 años oriundo de la ciudad de Metán, terminó despojado de 10.600 dólares con los cuales iba a comprar una partida de agroquímicos que habían sido subastados. El hombre fue atendido por un supuesto auditor de aduanas y su secretaria, quienes desaparecieron con el dinero.
El método de la estafa no es nuevo, ya que hay al menos dos antecedentes de casos similares, que están denunciados en la justicia de instrucción de Rosario y de San Nicolás y que, a juicio de allegados a la causa, dan cuenta de la existencia de una organización "que goza de impunidad".
El golpe más espectacular de la serie se concretó a mediados del año pasado, cuando un cerealista bonaerense perdió 153.600 pesos a manos de los estafadores tras ser llevado a una trampa en el viejo edificio de la Aduana. La denuncia ingresó en el Juzgado de Instrucción de la 7ª Nominación.
Pantalla insospechable
La presunta organización suele enmascararse detrás de la fachada de supuestas empresas que se dan a conocer a través de internet. "Hacen propaganda por la web e incluso diseñan folletines. Aparecen como una empresa que se dedica a hacer de intermediaria entre productos de remate en la Aduana y consumidores. Pero el domicilio legal que invocaban resultó ser un lugar inexistente en una calle de tierra de Granadero Baigorria", señaló una fuente que pidió reserva de identidad.
En el caso del cerealista bonaerense, "se suponía que iban a venderle un container de agroquímicos Monsanto que procedía de un remate", argumento que también se utilizó para engañar a Bernardo García, el empresario salteño. La operación comenzó en agosto de 2001 y se tramitó por vía telefónica y por correo electrónico hasta que se acordó una cita en Rosario, el 20 de julio de 2002. La víctima reside en la localidad de Piedritas, vecina a la ciudad de General Villegas, en el norte bonaerense.
Según la fuente, en el momento del trámite con el cerealista el rostro visible de la organización delictiva era una mujer que decía llamarse Norma Vidal y que era quien realizaba las llamadas telefónicas. El domicilio al que correspondía la línea de teléfono fue ubicado, pero aparentemente en vez de hacer un allanamiento la policía se limitó a constatar que se trataba de una casa sin moradores.
Los delincuentes planearon paso a paso la estafa contra el cerealista. "Lo tentaron con la oportunidad de hacer un muy buen negocio y lo convencieron mostrándole documentación que parecía verdadera pero era falsa: documentos de identidad inexistentes, credenciales de la Aduana, números de Cuit que pertenecían a una persona del norte del país, etcétera. Incluso lograron engañar a un corredor de la ciudad de Buenos Aires, al que el cerealista consultó para que supervisara la operación", según trascendió.
Finalmente, los estafadores dijeron al cerealista que debía ir a Rosario un día antes de cerrar el negocio y alojarse en el Hotel República, donde rentaron una habitación. En la mañana siguiente, a las 7, tenía que presentarse en el edificio viejo de la Aduana, donde lo esperaría un tal Mauricio Tolosa, agente de la Aduana.
El cerealista hizo lo que se le pedía. En la Aduana se encontró con Tolosa, que sería el mismo delincuente que se hizo llamar Juan Carlos Peralta para engañar esta semana a Bernardo García. El supuesto agente presentó a su secretaria, quien dijo llamarse Gladys Norma Boix y que también habría participado de la estafa contra el empresario salteño.
La pareja de estafadores recibió el dinero y dijo al cerealista que iban a entregarle el certificado de embarque, ya que los agroquímicos estaban supuestamente en un container. Era la última mentira; acto seguido desaparecieron con el dinero.
El tercer caso denunciado tuvo como damnificado a un empresario de Arrecifes, a quien los estafadores citaron en la Municipalidad de Rosario. La víctima cayó en una trampa montada en torno a la venta de repuestos de autos (ver aparte).
Los estafadores no contestan
La fuente consultada aseguró que a través de informes de una compañía telefónica se localizó un domicilio utilizado para la estafa. "Hubo órdenes de allanamiento de la Justicia, pero aparentemente existió reticencia por parte de la policía para cumplirlas -indicó-. Concretamente, en vez de un allanamiento lo que se hizo fue tocar el timbre y constatar que nadie respondía al llamado".
Otra punta de la investigación -que hasta el momento hicieron exclusivamente los damnificados- fue la identificación de un Volkswagen Passat que utilizaban los estafadores, que se logró porque el cerealista había memorizado el número de patente. Sin embargo, el dato parece haber conducido a una especie de nebulosa: "el titular del auto tenía domicilio en una villa miseria y dijo haber comprado con un crédito bancario que luego no pudo pagar y por esa razón se desprendió del vehículo, sin hacer la transferencia".
Por su parte, una fuente de la Aduana consultada a propósito de la denuncia presentada esta semana indicó que "hay referencias de otras maniobras similares, pero que no fueron denunciadas".
Las víctimas de las estafas afirmaron asimismo que recibieron amenazas de muerte en forma telefónica e intimidaciones a familiares en la calle para que desistieran de las denuncias. Los delincuentes "parecen seguros de su impunidad", apuntó la fuente consultada.