El Columbia, el primer transbordador de la serie, sufrió un retraso de dos años en su entrada en servicio por causa de los problemas derivados de la instalación, a mano, de las piezas aislantes. En el que fue el primer viaje del Colombia desde California, donde fue construido, hasta el Centro Kennedy en Florida, ya se manifestaron los graves problemas del sistema protector: volando sobre el "lomo" de un Jumbo 747 a una velocidad ínfima para una nave espacial, perdió 5.000 piezas aislantes.
Los 30.922 componentes se deben poner uno a uno, a mano, y existen 20.000 medidas distintas. Entre cada teja se debe dejar un espacio para compensar la dilatación térmica del material que recubre el aislante. Una fábrica con moldes produce las piezas. Una cualidad extraordinaria de las tejas se hizo famosa desde los primeros años 80: el alto nivel de disipación del calor permite que los técnicos tomen con las manos desnudas tejas que han sido calentadas al rojo blanco, sin siquiera calentarse los dedos. Pero el material es tan ligero que basta una presión fuerte con el pulgar para dejar una marca.
Las piezas blancas son unas 24.100, y se aplican en las zona del fuselaje que alcanzan temperaturas máximas de entre 315 y 648 grados. En las zonas más expuestas, como el "abdomen" del Shuttle, donde se llega a los 1.600 grados, las tejas se deben cubrir con una capa de cerámica cocida al horno, lo que les da un color negro. Otros revestimientos al carbono se usan para la nariz, donde se superan los 1.260 grados, mientras que para las zonas más "frías" se utilizan telas aislantes.
El punto débil del sistema es que las tejas deben ser "pegadas" al fuselaje de aluminio. En los lugares más difíciles, la aplicación lleva hasta 25 horas de trabajo. Y basta un mínimo error en el trabajo de fijación para que la nave no pueda resistir las enormes fuerzas causadas por las vibraciones durante el despegue o el reingreso, cuando desacelera de 28.000 kilómetros por hora a algo más de 400 al tocar tierra, y pasa de temperaturas bajo cero a 1.600 grados por el roce con el aire.
Un fiasco económico
Por problemas como este, el proyecto de los Shuttle resultó un fiasco desde el punto de vista económico: por los primeros años 80, la Nasa publicitaba el proyecto como de "vuelos comerciales" que tendrían un costo decididamente más bajo que los lanzamientos de cohetes. No resultó así. Cada misión cuesta como mínimo 400 millones de dólares, bastante más que un lanzamiento tradicional.
El cálculo de costos inicial de apenas 200 dólares por kilo de carga no se pudo mantener desde el comienzo. Pero los Shuttle pueden llevar piezas de gran tamaño -hasta 30-50 toneladas, que ningún cohete puede poner en órbita, lo que permitió iniciar el proyecto de la Estación Espacial Internacional.