Londres/Washington. - Todo comenzó en Camp David. El 23 de febrero de 2001, el presidente estadounidense George W. Bush recibió por primera vez a un líder extranjero en su residencia de Camp David: el primer ministro británico Tony Blair. Apenas se conocían. En la conferencia final, ambos confesaron usar la misma pasta dentífrica: fue el nacimiento de una amistad.
Los atentados del 11-S convirtieron casi enseguida los elogios mutuos esperables por la tradicional relación entre Washington y Londres en una hermandad de sangre a prueba de fuego.
Menos de dos años después de su primer encuentro en Camp David, Blair y Bush se reunieron ayer, esta vez en la Casa Blanca, para discutir si Irak merece la guerra u otra oportunidad de paz. Observadores locales hablaban de un "consejo de guerra".
El peso de la amistad es mucho mayor para las espaldas de Blair. Su apoyo prácticamente incondicional a Bush lo hizo blanco fácil de sus críticos, que lo tildaron de "perro faldero" de la única superpotencia. Su firma está por supuesto presente en la declaración de ocho líderes europeos en apoyo a la política de Washington en la crisis iraquí, en contraposición al eje París-Berlín.
El ex presidente sudafricano Nelson Mandela se refirió a Blair como el ministro de Exteriores estadounidense dentro de Gran Bretaña.
Blair quedó incluso en entredicho con su propia población, que se opone mayoritariamente a la guerra contra Irak. A pesar de las numerosas muestras de rechazo a un conflicto en el Golfo Pérsico, el premier británico puso en marcha la maquinaria de la guerra.
Los motivos del premier
Los motivos de Blair son objeto de especulación. ¿Se ve a sí mismo como mediador entre Europa y Estados Unidos, responsable de evitar la deriva del Viejo Continente? ¿O simplemente apuesta a ganar influencia en el escenario internacional? ¿Cree realmente que la guerra contra Irak es necesaria? ¿O recuerda aún el discurso de Bush pocos días después del 11-S en el que describió a Gran Bretaña como "el más fiel amigo" de EEUU? Tampoco puede descartarse que las razones del premier laborista sean una combinación de estos factores.
Muchas veces, Blair tuvo respuestas diferentes a las de Bush en cuestiones relevantes, como el cambio climático o las discusiones por la sucesión del líder palestino Yasser Arafat. Pero aun en estas cuestiones evitó enfrentarse abiertamente a Washington. "Lo que nos une es infinitamente más importante que lo que nos separa", repitió Blair anoche en Madrid junto al presidente del gobierno español, José María Aznar. Se estaba refiriendo a EEUU y Europa. (DPA)