Moisés Llorens (*)
Sitúense. Once y media de la mañana. Hacía horas había amanecido en Barcelona, pero un servidor acababa de aposentarse ante el televisor de su casa. Por el tranquilo barrio de Horta, los barrenderos limpiaban las calles, mientras que las viejecitas comentaban lo acontecido en el programa más popular de la televisión estatal la noche anterior, Operación Triunfo. Tres jóvenes cantantes aspiran a representar a España en la gala de la Eurovisión: la Champions de la canción. Pero no. Esa no era la noticia del día. Ni mucho menos. Lo que importaba era poner un final a una larga historia de amor odio (más de lo segundo) a la segunda etapa de Louis van Gaal en el Barcelona. Lo que comenzó el pasado mes de junio entre lágrimas (se emocionó el día de su presentación), acabó con caras serias, pero con los ojos del tocho holandés humedecidos. Se fue matando. Como siempre. "Soy el más adecuado para entrenar a este equipo", aseguró el entrenador, que ha visto como su currículum se vino abajo en sólo unos meses. Dejó fuera del Mundial de Corea y Japón a su querida Holanda, y ahora deja sentenciado en la Liga al Barça, pese a que en la Champions League les deja con vida. Veremos que pasa a partir de marzo. Pero posiblemente el mayor culpable de todos, el patético, lamentable y dudoso de corrupción, Joan Gaspart, volvió a aparecer con el rostro serio. ¿Interpretación? Posiblemente. No se va ni que le tiren bombas. Se agarra a la butaca como un gato enrabiado, y es lo que el socio azulgrana desea. Detesta su imagen. Su cara flaca, cada vez más desencajada es el rostro de la impotencia. Del querer y no poder. Más bien, del no poder. Ha caído Van Gaal. ¿El próximo? Gaspart. Por favor (*) Redactor del Diario AS en Barcelona
| |