El canal Ibarlucea presenta a lo largo de su curso, dentro del égido urbano de Rosario, una gran cantidad de residuos y basura. En ambas márgenes está repleto de yuyos crecidos. Y en el lecho hay pedazos de cemento y piedras. En definitiva, un cuadro de falta de limpieza y mantenimiento que obstaculiza de cualquier manera el avance de las aguas cuando hay crecidas. A esto se suma la descarga de los canales clandestinos que existen en la zona rural y la presencia de puentes que obstaculizan aún más el drenaje. Para el Ibarlucea está previsto una obra de canalización a lo largo de sus 17 kilómetros, más los 16 del Salvat, que va a financiar la Nación y ejecutará la provincia una vez que se terminen de firmar los respectivos convenios. Todo indica que esto se concretará en el transcurso de este año. Pero el problema es ahora, y más si llueve y desborda. Un grupo de vecinalistas e integrantes del Movimiento Nunca Más Inundaciones (Numaín) propuso que el gobierno santafesino profundice el curso del canal con una máquina y reemplace los puentes de cemento con otros que están en desuso en Vialidad, el Ejército o Gendarmería. Antes que de que llegue la definitiva canalización hay soluciones viables que permitirán evitar mayores anegamientos y un número superior de evacuados si es que desborda. Se trata de invertir en infraestructura antes, y quizás menos, que en asistencia social después.
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