Año CXXXVI
 Nº 49.727
Rosario,
domingo  19 de
enero de 2003
Min 21º
Máx 30º
 
La Ciudad
La Región
Política
Economía
Opinión
El País
Sociedad
El Mundo
Policiales
Escenario
Ovación
Suplementos
Servicios
Archivo
La Empresa
Portada


Desarrollado por Soluciones Punto Com





Punto de vista
Los años no vienen solos

Jorge Besso (*)

Está claro que el remanido dicho "los años no vienen solos" tiene razón en una obvia referencia a los achaques que van apareciendo arteramente con la suma de años, pero el mayor de los problemas en todo caso es que los años no nos vayan dejando solos, como suele ocurrir en estos tiempos de vejez devaluada y donde los viejos han pasado de la cabecera de la mesa al geriátrico de turno.
Está claro que el siglo veinte promocionó definitivamente a la juventud, no tanto porque le diera más oportunidades, sino más bien porque la consagró como el estado ideal del ser, al punto que muchas veces pareciera que alcanzara con ser joven sin lo que lo demás importe demasiado. Como se sabe, todas las generalizaciones son odiosas, o porque son mezquinas, o porque son abusivas, pero hablar en general implica esos riesgos pues las edades no son iguales para todos, como tampoco es cierto que el sol salga para todos, porque algunos ni se enteran.
Con todo, es evidente que el humano no se lleva demasiado bien con el tiempo, primero porque hay un tiempo en que el tiempo no pasa nunca, y de una Navidad a otra, y de un verano a otro, transcurre una eternidad, del mismo modo que cuando comienzan las clases faltan siglos para que terminen. Luego viene una época que se queda para siempre en que el tiempo se escurre entre acontecimientos, problemas, desilusiones, también las que provocamos, algunos logros y demás yerbas de la existencia.
La indexación de lo joven ha traído diversas consecuencias, como por ejemplo la aparición de nuevas figuras antropológicas, a saber las pendeviejas, los pendeviejos y sus variantes los pendeabuelos y pendeabuelas, que en su momento provocaron la indignación de hijos, amigos y compañeros, pero que con el tiempo la crueldad y la censura tan típica del súper yo freudiano ha disminuido y en su lugar pareciera crecer una conciencia de que en la desigual lucha contra el tiempo cada uno hace lo que puede, y del resto se ocupa la vida.
Otra de las consecuencias ha sido que la idealización de lo joven ha poblado de eufemismos la vejez y sus vicisitudes, dentro de los cuales el más esplendoroso de todos es el nombre de un programa del canal porteño Todo Noticias: "Jóvenes de la tercera edad", donde a partir de una alquimia mediática los viejos pasan a ser jóvenes, eso sí, de la tercera edad, que vendría a ser la última, porque la cuarta es tan tranquila que ya no se llama edad.
Un viejo principio evolucionista reza que "la ontogenia repite la filogenia". ¿Y estos quiénes son? La filogenia es el desarrollo de la especie y la ontogenia es el desarrollo del individuo perteneciente a esa especie. Lo que quiere decir que un individuo se desarrolla cuando la especie se desarrolla. Como las cucarachas, que aprenden de una generación a otra y hay que cambiar el color de la etiqueta del Raid. ¿Aprendemos los humanos? Hemos aprendido a vivir más tiempo, antes de aprender a vivir mejor, lo que seguramente implica, entre otras cosas, aprender a vivir la vejez, sin eufemismos y con más dignidad, porque lo que está claro es que el entusiasmo no tiene edad.

(*) Psicólogo


Notas relacionadas
Pendeviejos: una onda que se expande entre los rosarinos de más de 40
Diario La Capital todos los derechos reservados