| | Editorial Bienvenidos turistas
| La participación del turismo en el producto bruto interno superará este año los niveles históricos para trepar hasta cerca del 8 por ciento, como consecuencia del aumento del tráfico turístico en esta temporada estival, que dejará ganancias por encima de los 6.500 millones de pesos. De acuerdo a datos proporcionados por la Secretaría de Turismo y Deporte de la Nación, la presente temporada será disfrutada por unos 16 millones de turistas, lo que representa un incremento de más del 30 respecto del año anterior. Esos turistas, que recorren distintos destinos en todo el país, generan un movimiento económico singular. Sabido es, como se ha dicho, que el turismo es una de las locomotoras del crecimiento, pues aumenta a un ritmo superior que al del resto de la economía. Nuestro país, sumamente beneficiado por la naturaleza, con bellos paisajes y atractivas fisonomías urbanas, ofrece alternativas para todos los gustos. Y el turismo, por su capacidad de generación de recursos, la posibilidad de empleos y el aporte de divisas fruto de la exportación de bienes y servicios puede convertirse en uno de los grandes motores de desarrollo. La diferencia favorable en el cambio de moneda, por otra parte, ha tenido gran peso entre los turistas provenientes del exterior. Una verdadera ventaja que deberíamos aprovechar ya que ese aluvión de visitantes ayudará grandemente a la esperada recuperación. Lamentablemente, en distintas zonas turísticas se ha podido comprobar que aprovechando esta circunstancia extraordinaria, algunos comerciantes incrementaron los precios. Esta actitud inescrupulosa se acentúa cuando se percibe que los interesados son extranjeros, como si quienes salen predispuestos a invertir en compras, salidas y excursiones estuvieran dispuestos a dejarse timar alegremente. En su codicioso afán de pretender engañar a los visitantes, quienes así actúan no hacen más que entorpecer el crecimiento de esta industria sin humo. Para que el fenómeno turístico siga desarrollándose es imprescindible que todos y cada uno de los argentinos se conviertan en un engranaje más de propaganda. Quien se siente educadamente tratado y atendido con franqueza se sentirá a gusto y volverá. A la vez que también se convertirá en un sincero difundidor de las bondades de nuestro país. Si eso sucede, habremos aprendido a aprovechar, y no sólo por conveniencia propia, un recurso que puede apuntalar el ansiado despegue de la Argentina.
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