 |  | cartas Corrupción y desarrollo
 | El discurso ético agobia a una buena cantidad de argentinos, mayormente de clase media. Es sabido que los estamentos más bajos, angustiados por subsistir, carecen -entre otras cosas- de intereses éticos: Buen ejemplo es el Sancho Panza. Las clases más altas, casi por idénticas razones, tampoco prestan atención a los medios, les importan más los fines. Desde que tengo memoria a los argentinos de mi sector social le ha importado el discurso ético y diariamente se derrama sobre nosotros información interesada, diciéndonos desde supuestas consultoras o analistas internacionales cuál es nuestra posición en el ranking de corruptos y cuáles son las consecuencias. Vuelo, imaginariamente, a la primera potencia mundial. Un presidente, texano, petrolero, declara la guerra contra un peligroso enemigo oriental, petrolero. Bombardea objetivos civiles, mata población civil. No logra su objetivo, la renuncia del tirano. El texano, petrolero, es removido del gobierno de su país, por disposición de las urnas. Lo sucede un presidente de signo contrario. Pasan ocho años de plena paz. Aquél tirano oriental es olvidado, ya no es tan peligroso. Vuelve, con malas artes electorales, a la presidencia un texano, petrolero, hijo del anterior, y otra vez vuelven a sonar tambores de guerra, con idénticos argumentos, reales y aparentes. Moraleja: Si la relación corrupción-desarrollo fuera lineal, el mundo sería otro. Quizás Bután o Nepal o Tibet, estarían en la cima del desarrollo, como lo están geográficamente. Francisco Della Rovere
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