Año CXXXVI
 Nº 49.725
Rosario,
viernes  17 de
enero de 2003
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Teatro / Crítica
Un mundo de Cyranos: La palabra como la espada mejor afilada

Rodolfo Bella / La Capital

El director Manuel González Gil eligió "Cyrano de Bergerac", el texto clásico francés de Edmund Rostand para transformarlo en la comedia musical "Un mundo de Cyranos". La pieza recrea de forma ágil la historia de Cyrano, un tan ingenioso como desafortunado hombre, cuyo talento es proporcional al tamaño de su enorme nariz.
El texto pone en escena las desiguales batallas que debe enfrentar Cyrano: la del ingenio contra la fuerza y la de la belleza contra la fealdad. La intención de González Gil fue subrayar también la idea de la no discriminación a lo diferente, una palabra que se reitera en las letras de las canciones, y que encuentra su símbolo en ese soldado romántico y feo.
El elenco, formado por un grupo de actores y bailarines rosarinos junto a los protagónicos de los porteños Florencia Aragón, en el personaje de Roxana, y Facundo Bebán, como Cristian, interpreta a sus personajes, con las dos últimas excepciones, enfundados en marionetas gigantes bien manipuladas que logran imprimirle credibilidad a los personajes.
La pieza es de cierta manera un alegato que enaltece las actitudes románticas y así se encarga de anunciarlo el relator en la introducción de la obra. Un soldado enamorado, amigo de la provocación, las causas justas y perdidas, hábil con la escritura, con una personalidad a la cual el autor le añadió heroísmo y nobleza de sentimientos, pero atormentado por la fealdad de su cara, hicieron de Cyrano un personaje con los conflictos adecuados para hacer de él un clásico que sigue representándose tanto en teatro como en cine y que es una metáfora sobre las virtudes ideales.
Rodolfo Bebán interpreta a Cyrano, quien es a la vez un relator que va introduciendo al resto de los integrantes de la historia. En la intriga amorosa intervienen Roxana, una bella mujer a la cual se la disputan un grupo de hombres. Ella finalmente se enamora de Cristian, un bello como díscolo y torpe soldado.
Como el hombre no tiene demasiada habilidad verbal, recurre a los servicios del locuaz e ingenioso Cyrano, quien también ama en secreto a Roxana. Obligado por su nobleza, Cyrano accede y comienza a enviarle una andanada de cartas amorosas que para ella constituyen el complemento de la belleza física de Cristian y que completan la imagen idealizada que de él se formó la mujer.
El romance epistolar se complica cuando Roxana quiere hablar con Cristian. Después de una serie de charlas nocturnas, con Cyrano en la penumbra oficiando de apuntador o directamente de interlocutor de Roxana, finalmente el romance se concreta y sobreviene el drama para Cyrano, pero la relación se complica por la rivalidad de otro enamorado de Roxana.
González Gil le imprimió agilidad a las casi dos horas que dura el espectáculo, para lo cual contó con un disciplinado grupo de actores que tuvieron la doble responsabilidad de manipular en escena sus marionetas, mientras bailan y cantan. Coreografías simples y una iluminación que crea los climas adecuados a cada escena, complementan un trabajo eficazmente resuelto, sobre un texto clásico, que es también uno de pocos estrenos de una infrecuente temporada de verano del teatro rosarino.



Rodolfo Bebán desdobla con eficacia sus personajes. (Foto: Hugo Ferreyra)
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