Año CXXXVI
 Nº 49.723
Rosario,
miércoles  15 de
enero de 2003
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El horror de una visita inesperada

Además de Carlos Horacio, la víctima tenía dos hijos (un hombre y una mujer). Los problemas psiquiátricos con el menor se habrían disparado tras la separación de sus padres acaecida hace más de 20 años. Después de vivir un tiempo con su madre, el muchacho tuvo que ser internado por orden de un juzgado de familia por los serios episodios de violencia que protagonizara contra su padre. El primer destino propuesto de internación fue la Colonia de Oliveros, pero uno de sus hermanos e incluso su padre hicieron todo lo posible para que se quedara en Rosario.
Entonces recayó en la clínica Alem, ubicada al 3100 de esa misma calle. Allí protagonizó varios hechos violentos con el personal y hasta habría acosado sexualmente a enfermeras. "Qué voy a hacer, es mi hijo", se lo escuchaba lamentarse a don Rivero cuando se ocupaba de proveer la comida y la ropa a Carlos Horacio, a quien siempre llamaba "Carlitos" frente a otros. Muchos vecinos de la cuadra conocían a los hijos del hombre desde chicos, por eso el crimen los conmovió. "A pesar de todo lo que había pasado no dejaba de atenderlo", comentaron Elba y Norma, dos vecinas de la cuadra. El jubilado llevaba una vida más que austera. Ni siquiera tenía heladera, pero cuando podía le compraba los medicamentos a Carlos Horacio.
"Don Rivero sabía que tarde o temprano le iba pasar algo. Incluso hace poco estaba preocupado por unos papeles de la casa. Tenía pánico", contaron varios vecinos. "Siempre trataba de no encontrarse con Carlitos porque sabía que tendría problemas", recordaban en Santiago al 4000. Es más, se había puesto de acuerdo con varias personas de la cuadra por si salía y su hijo llegaba a visitarlo. "Cuando Rivero llegaba le hacíamos señas de que su hijo estaba adentro y entonces pegaba la vuelta y se iba de nuevo", agregó un vecino.


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