Año CXXXVI
 Nº 49.723
Rosario,
miércoles  15 de
enero de 2003
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Al agresor, un esquizofrénico de 40 años, lo hallaron en una clínica psiquiátrica
Un desequilibrado mutiló a su padre y lo asesinó con más de 50 puñaladas
Fue hasta la casa de zona sur y le seccionó los órganos genitales y las orejas. Ya lo había atacado hace dos años

Un hombre de 40 años que padece graves trastornos psiquiátricos transformó una humilde casa de Santiago al 4000 en el escenario de un macabro parricidio del que no se recuerdan antecedentes en la ciudad. Asesinó a puñaladas y golpes en el cráneo a su padre, al que además le seccionó los testículos, parte del pene y las dos orejas. A los órganos genitales los introdujo en la boca del muerto y los restos de oídos los arrojó al inodoro. Después regresó caminando hasta la clínica donde estaba internado hace tiempo por orden judicial con atención ambulatoria. Allí lo encontró la policía y desde ese momento no pronunció una sola palabra ni tampoco levantó la mirada del piso.
La víctima se llamaba Carlos José Rivero y tenía 72 años. Era jubilado municipal y vivía solo en una casa de ladrillos y material, pero a la vez humilde y precaria, ubicada en Santiago entre Dr. Riva y Centeno, en la zona sur de la ciudad. Era un vecino histórico ya que estaba radicado allí hace casi 40 años. Los habitantes de la cuadra que lo conocían muy bien ayer lucían estupefactos ante el espantoso crimen y más todavía por quien hasta ahora aparece como el principal responsable. Carlos Horacio Rivero, de 40 años e hijo menor del jubilado, sufre de esquizofrenia crónica y por los testimonios recolectados por los investigadores de la Brigada de Homicidios y de la seccional 15ª es el autor de un parricidio feroz, sin precedentes en la historia criminal de la ciudad.
"Nunca vi algo semejante en los siete años que estoy en Homicidios", afirmó el comisario José Luis Juárez, jefe de esa sección. "Yo tampoco recuerdo un caso así, rarísimo por el tipo de mutilaciones", consideró por su lado el subjefe de la 15ª, subcomisario Marcelo Casajuz. El espeluznante episodio se descubrió el lunes cerca de las 21 cuando un vecino de la víctima, de apellido Suárez, llegó hasta la casa para pedirle prestadas unas monedas para comprar espirales.
Suárez tiene casi la misma edad del jubilado y un problema para caminar. Ambos eran amigos y solían reunirse para compartir algunos vasos de vino. A Suárez le llamó la atención que Rivero no atendiera enseguida luego de anunciarse con un par de golpes. Decidió entrar al ver que la puerta estaba semiabierta y pronto el misterio mutó en horror. Rivero estaba muerto boca arriba en el baño, junto al inodoro partido, en un inmenso charco de sangre.

Lo macabro
"La víctima presentaba 50 puñaladas y heridas cortantes en tórax y abdomen. Además le habían seccionados los testículos y la parte externa del pene, que fueron hallados en la boca. Los pabellones auriculares de ambas orejas fueron tiradas al inodoro y el cráneo estaba destrozado a golpes, presuntamente efectuados con algo pesado y filoso como un hacha o machete", describió un vocero de la investigación. El jubilado tenía el pantalón y su ropa interior a media altura, lo que indicaría que estaba a punto de sentarse o directamente se había sentado sobre el inodoro que terminó quebrado cuando recibió el brutal ataque.
Los detectives no tardaron en poner en el centro de las sospechas a Carlos Horacio, el menor de los tres hijos del hombre asesinado, que estaba internado por orden judicial en una clínica de Alem al 3100, donde recibía tratamiento ambulatorio por un cuadro de esquizofrenia crónico. Esa enfermedad -o tal vez el trauma previo que la provocó- le había causado violentos encontronazos con su padre. El más grave ocurrió hace dos años cuando Carlos Horacio, tras una fuerte discusión, le aplicó siete puñaladas a su papá. "Ese día se salvó porque estábamos nosotros. Don Rivero salió a la calle todo lastimado y nosotros lo ayudamos. Le tapamos las heridas y llamamos a una ambulancia", recordó Elba Arce, vecina de la cuadra y conocedora como muchos de la secuencia de ataques sufridos por el ex municipal.
Según estableció la policía, el lunes a la mañana el paciente salió del psiquiátrico para ir hasta lo de su padre. Los vecinos indicaron que alrededor de las 15.30 se escucharon algunos gritos en el interior de la casa. Los vecinos sabían que la relación entre Carlos José y su hijo menor era tortuosa por los constantes hostigamientos. Pero nada presagiaba lo que ocurrió. A eso de las 16.30, varias personas vieron a Carlos Horacio salir de la casa. Caminaba "como si hubiera hecho algo, estaba apurado, mientras se acomodaba la ropa", relataron los testigos.
Desapareció por Santiago hacia Dr. Riva y se sospecha que regresó a pie a la clínica, ubicada a más de 30 cuadras, porque su ingreso se produjo después de las 18. Cuando los policías lo fueron a buscar para arrestarlo, Carlos Horacio ya estaba en su cuarto y había tomado la medicación. "Estaba totalmente ausente, no hablaba, no decía nada y siempre estaba con la cabeza gacha", comentó un vocero de la investigación.
El acusado pasó la noche en la Brigada de Homicidios custodiado de cerca por dos agentes. Ayer a la mañana fue llevado a los Tribunales provinciales y dentro de muy poco su nuevo lugar de alojamiento sería el pabellón psiquiátrico de la cárcel de Coronda. Los investigadores estaban sorprendidos por la ferocidad con que Carlos Horacio asesinó a su padre. Las motivaciones están por ahora lejos de saberse y todo se circunscribiría a un repentino brote esquizofrénico.
Una pista podrían ser las mutilaciones. La castración podría indicar una venganza por alguna situación del pasado, según datos deslizados por la policía, en la que pudo haber un abuso sexual de por medio. Pero las fuentes consultadas ayer no pudieron confirmar esa hipótesis.



Santiago 4039, donde Carlos Rivero murió apuñalado. (Foto: Daniel Carrizo)
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