El cine argentino ganó en los últimos años un lugar en los festivales internacionales y en el gusto de la gente pero no lo consiguió con los directores y actores consagrados sino con realizadores debutantes y protagonistas que muchas veces no eran actores profesionales. Tampoco lo hizo con historias que volvían a narrar por enésima vez las angustias de una clase media más o menos intelectual sino con el devenir de personajes al filo de la marginalidad, con aspiraciones de algo distinto pero tragados finalmente por el pozo ciego de la desgracia y la mala vida.
El puntapié inicial de una generación de películas y cineastas que abrieron camino para una serie personajes marginales, que hoy parecen sintonizar más que nunca con la realidad argentina, lo dio "Pizza, birra, faso", de Bruno Stagnaro y Adrián Caetano. En el filme no había actores conocidos y era la historia de un grupo de muchachos que vivían al pie del Obelisco tratando de conseguir, como fuese, un poco de plata para tomar cerveza, comer pizza y fumar.
"Pizza, birra, faso" marcó un camino. Rompió con los clisés de la marginalidad que presentaba el cine argentino e hizo entrar a la ficción una realidad que nadie quería ver. Por eso algunas películas que siguieron ese camino tuvieron mayor reconocimiento fuera de la Argentina, pero otras, en cambio, fueron elegidas por el público local, que reconoció en ellas el talento de saber mostrar la realidad en un relato que no fuese solamente una ficcionalización de los noticieros.
Mucha calle y actores no profesionales
Entre ese puñado de películas se cuentan "Bolivia" y "Un oso rojo", de Adrián Caetano; "Mundo grúa" y "El bonaerense", de Pablo Trapero, y la irregular "Caja negra", de Luis Ortega. A su manera, los filmes dan cuenta de la realidad argentina tanto por sus historias como por el modo en el que fueron realizados. Los tres directores trabajaron, en algunos de los filmes, con actores no profesionales. Caetano conoció, por ejemplo, al desaparecido Héctor Anglada en la calle, en la ciudad de Córdoba, y a Freddy Flores ("Bolivia") en un bar. Trapero convenció a un amigo de su padre para protagonizar "Mundo grúa", y Luis Ortega conoció a Eduardo Couget -el homeless coprotagonista del filme con Dolores Fonzi- en una plaza.
La inclusión de los no actores fue una búsqueda estética que apuntó a buscar mayor realismo, pero también se relacionó con la realidad de un cine hecho casi desde la nada en cuanto a presupuestos. "Cuando no hay dinero uno tiene que echar mano a gente que tenga ganas y voluntad", dijo Adrián Caetano.
Para Pablo Trapero, a su vez, el tema de los actores no conocidos tiene que ver fundamentalmente con la necesidad de la película. "Con un actor conocido la gente tiene que esforzarse para olvidarse de quién es y después recién entra en la película", dijo el director de "El bonaerense", y agregó: "A veces con las caras conocidas se hace más difícil que el público acepte determinadas historias".
Esas historias son de gente que quiere estar incluida en algún lado pero se les hace difícil o directamente imposible. Rulo, de "Mundo grúa", lucha a sus 50 años para tratar de tener trabajo. Zapa, de "El bonaerense", va a parar a la policía para zafar de un robo en el que fue utilizado por su ingenuidad y torpeza. Freddy, de "Bolivia", vive la discriminación en un bar del Gran Buenos Aires hasta desembocar en la violencia sin atenuantes. El personaje de "Caja negra" va de desprecio en desprecio, maltrato que apenas se mitiga en el Ejército de Salvación, donde le permiten pasar las noches. El Oso, de "Un oso rojo", trata de volver a lo "normal" después de la cárcel pero la mala vida lo vuelve a ganar para su zona fatal, y el Oso asume que es un peligro para la gente que quiere y perdiéndose en el olvido.
Los nuevos héroes marginales del cine argentino tienen distintos niveles de aceptación. En la taquilla hacen diferencia. Producidas con poco presupuesto, la mayoría de las películas da una ganancia respetable en unas cuantas semanas. "«Bolivia» tuvo una muy buena recaudación en relación con el costo que tuvo", dijo Caetano. En los festivales internacionales ganan premios y menciones pero en la Argentina no llegan a la masividad. Eso es patrimonio de las comedias con sello televisivo que llegan a la pantalla grande ("Apasionados" es el caso típico del último año).
Es comprensible que la gente quiera comedias antes que dramas, porque para eso tiene el diario vivir, pero el mensaje de los héroes marginales no es una copia de la realidad sino una metáfora de la sociedad que señala cómo los que quedan por algún motivo afuera están condenados a extinguirse sin remedio en la más oscura soledad, a veces con violencia, otras, solamente en silencio.