El editor y erudito José Esteban acaba de publicar en Sevilla, España, el "Vituperio (y algún elogio) de la errata", un recorrido por la historia de la errata a base de ejemplos, desde los más hilarantes hasta otros que causaron tanto disgusto que provocaron la muerte de un Papa de Roma. Tal es, al fin, la necesidad de recordar que las palabras son instrumentos de precisión y que una vez lanzadas al papel, reflejan lo que se les asigna, no las intenciones de quienes las escribieron. Fue Clemente XI el Papa que al ver sus homilías recién impresas detectó una errata de bulto, lo que le produjo una apoplejía de la que murió a las pocas horas. También la obra de otro Papa, La Vulgata de Sixto V, de 1590, pese a ser corregida por el propio pontífice, fue impresa plagada de erratas, de modo que los escasos ejemplares que quedan alcanzan cifras astronómicas en las subastas. Otras erratas, mucho menos trágicas, conducen a la risa, como la del folletón "Arroz y tartana" de Vicente Blasco Ibáñez, que en su primera edición decía "Aquella mañana, doña Manuela se levantó con el coño fruncido" (por ceño), o la que sufrió el poeta Garciasol, en un verso que en vez de decir "Y Mariuca se duerme y yo me voy de puntillas" dice "Y Mariuca se duerme y yo me voy de putillas". Otras veces, la errata le cuesta el empleo a su responsable, como cuenta el novelista argentino Manuel Ugarte al referir el caso de un periodista que, al dedicar un escrito a la hija del dueño del periódico, quiso escribir "Basta escribir su nombre, Mercedes, para que se sienta orgullosa la tinta", pero escribió "tonta". También fue embarazosa la situación de un crítico que dedicó un libro suyo a una condesa escribiendo al inicio de la obra que su "exquisito busto (por "gusto") conocemos bien todos sus amigos". Las erratas no respetan ni los títulos de los libros, así "La feria de los discretos" de Pío Baroja conoció una edición como "La feria de los desiertos", o una "Breve historia del altruismo argentino", que en realidad lo era del "ultraísmo", o un drama que se llevó a la cartelera con el título "La expulsión de los mariscos" (por moriscos). Algunas veces las erratas se reproducen entre sí, como un libro de poemas del mexicano Alfonso Reyes, que tenía tantas que suscitó el comentario escrito de Ventura García Calderón: "Nuestro amigo Reyes acaba de publicar un libro de erratas acompañado de algunos versos". José Esteban recoge otras erratas que califica de "invencibles" por resistirse a las correcciones, como cierta frase que elogiaba a una dama y señalaba a un ministro el deber de recompensarle sus "infinitos servicios", por lo que al salir escrito "ínfimos" se corrigió con peores resultados porque se escribió "infames", por lo que se mandó a hacer otra corrección que sólo empeoró las cosas, al escribir "íntimos". El libro, que también repasa las erratas "cultivadas" o "intencionadas" y ofrece ejemplos de otras que han mejorado los versos en los que aparecieron, da cuenta del caso de la definición de "Cornamusa" en el Diccionario de la Real Academia, que contiene una errata que ha sido fielmente reproducida en otros diccionarios, muestra de que se "inspiran" en el de la Academia. (Télam)
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