Parecía que todo volaría por el aire en pocos minutos. Una tremenda explosión y enseguida una densa llamarada envolvió al edificio de Moreno y Catamarca. Eran las 6 y media de la tarde y los vecinos primero se sobresaltaron por lo que algunos definieron como el sonido de un trueno y otros lo explicaron como una detonación. Y otros más osados pensaron que podía tratarse de un atentado porque en la misma cuadra funciona una sinagoga. La onda expansiva ya había llegado a unas dos cuadras cuando los vidrios de algunos departamentos y de los locales comerciales ubicados en la parte inferior del inmueble se hicieron añicos.
Ya para entonces una mujer había salido despedida del departamento "F" del segundo piso de Moreno 298 al patio interno. Zulma Dupont, de 53 años, cayó sobre unas chapas de cinc y allí la rescataron efectivos de la comisaría 3ª. Anoche, en el sector de quemados del Hospital de Emergencias, se debatía entre la vida y la muerte. Su cuerpo había sido alcanzado en su totalidad por el fuego. Y tenía quemaduras de tercer grado.
Al parecer, unos segundos antes, un escape de gas de un termotanque había desatado la tragedia. Según una versión que corrió con insistencia entre algunos curiosos que estaban en el lugar, la mujer habría intentado suicidarse dejando encendida la hornalla de una cocina. Esta hipótesis fue ratificada por un jefe policial, aunque a la vez sostuvo que el siniestro se habría originado en el gas emanado de una estufa.
El departamento de Dupont es externo y da a la calle Catamarca. La explosión provocó que el cerramiento del balcón se desprendiera hacia adelante y quedara colgando en el aire. Los cristales de otro ambiente del inmueble estaban partidos en dos.
Los cristales de los departamentos de los pisos superiores corrieron la misma suerte. La dueña de un salón de ventas y locutorio de Moreno y Catamarca estaba aturdida y a duras penas podía explicar lo que había ocurrido mientras caminaba por los cristales de la vidriera esparcidos por el suelo. "Escuché una explosión tremenda", balbuceaba la mujer.
El local parecía sacudido por un terremoto y lucía totalmente destrozado en su exterior. Al lado, el dueño de un comercio de venta de telas barría los vidrios del suelo. Lo mismo hacía el responsable de un comercio de venta de alimentos para mascotas. Las vidrieras de los dos comercios estaban destrozadas.
Desolación
Unos metros más adelante, un hombre calvo y canoso revisaba con un operario de la Empresa Provincial de la Energía el medidor de luz. Era un abogado que había arribado a su estudio jurídico alertado por la detonación. Cuando llegó se encontró con una cuadro desolador. Los dos grandes ventanales ya no tenían literalmente los cristales. "Está todo destrozado y hasta se dañaron las computadoras", alcanzó a explicar el profesional.
El departamento de Dupont quedó prácticamente arrasado, con sus dos balcones colgando, y otras seis viviendas también sufrieron daños de importancia en su estructura y mampostería.
A las siete de la tarde, los Bomberos Zapadores ya habían logrado sofocar las llamas y trabajaban en el interior del inmueble. Una escalera de emergencias estaba apoyada sobre el 2º "F" y policías y bomberos subían y bajaban del edificio. El tránsito estaba cortado en Moreno entre Salta y Tucumán y algunos ocupantes del inmueble habían decidido abandonar sus departamentos porque temían que la estructura edilicia estuviese afectada.
Dupont fue llevada en una ambulancia de una empresa de emergencias privada. Uno de los dos perros que vivían con la mujer había muerto entonces a causa de la explosión. Al otro lo habían llevado para que lo atendiera un veterinario, aunque había sobrevivido.
Reunidos en la esquina, los vecinos intentaban explicar lo que había ocurrido. Algunos aseguraban que se habían roto los vidrios de todas las casas de Catamarca al 2000 y otros que la onda expansiva fue brutal: a dos o tres cuadras los inmuebles se sacudieron y los cristales crujieron. "Creía que era un trueno", dijo una mujer. Y a otra la explosión le hizo recordar el atentado de "las Torres Gemelas", contó con exageración.
Ya eran las 8 de la noche y una lluvia de trozos de vidrio caían a la vereda desde los departamentos mientras algunos limpiaban los balcones. En el Hospital de Emergencias, Zulma libraba una batalla desesperada para salvar su vida.