El equipo económico ha definido una nueva convertibilidad a 3,50 pesos ya que no tiene interés de que el peso se revalúe, cayendo en su cotización muy por debajo de 3,50 por dólar y tampoco que se devalúe por encima de los 3,50.
Así, los acérrimos detractores de la convertibilidad ahora proceden a anclar el tipo de cambio, salen a emitir moneda sin respaldo y desean cosechar los beneficios de un tipo de cambio alto que les permita a los exportadores ser competitivos. También echan mano de la emisión indiscriminada de moneda, para reactivar en el corto plazo el mercado interno.
Todo esto en el marco de una alta intervención y dirigismo económico que no tiene precedentes desde el Plan Austral a la fecha, o sea, más de 16 años.
El viernes el Banco Central (BCRA) sacó una serie de medidas para flexibilizar el mercado cambiario, que aún sigue altamente intervenido. Ahora, el limite de compra de dólares para personas físicas y jurídicas paso de 100 mil a 150 mil. Por otra parte, se les permitirá a estos agentes económicos girar ese monto al exterior.
Aquellas empresas que tengan deudas en el exterior podrán refinanciar las mismas y pagar el 10% del capital que adeudan, mientras que los intereses podrán abonarlos sin mediar autorización previa del ente rector.
El dirigismo
El equipo económico sigue llevando adelante una clara política dirigista e intervencionista, que ata la cotización del tipo de cambio al cerrojo de las normas que emite cotidianamente.
Es así como en el marco de una economía cerrada, con control de cambios, sin que el sector privado pueda disponer libremente de su dinero y sometido a la voluntad del Estado para pagar sus deudas contraídas con el exterior, la Argentina se encuentra en un veranito producto del cambio en la producción de factores y una baja en la calidad de los productos que se consumen diariamente.
Se ha ingresado en lo que puede denominarse el ciclo de la ilusión y el desencanto. La ilusión de crear riqueza emitiendo moneda sin respaldo y anclando un dólar con la intervención directa y totalitaria del BCRA.
En la medida que transcurran los meses, la mayor cantidad de dinero emitido que se dirigirá al mercado de bienes producirá un aumento paulatino de los precios que derivará en una mayor inflación, que hará retroceder el tipo de cambio real (tipo de cambio nominal sobre la inflación local corregida por la inflación americana).
Más tarde, este bolsón de liquidez que llega al mercado dejará de preferir bienes y en algún momento -producto de la incertidumbre económica, política o social- podría preferir dólares, y esto seguramente derivará en una corrida contra la moneda estadounidense. El gobierno perderá reservas, en algún momento deberá resignarse a no perder más y la paridad encontrará un nuevo equilibrio en un punto mucho más alto que el actual.
Así pasamos del ciclo de la ilusión, en donde la magia de la emisión hace sentir a los argentinos más prósperos, guardando la tierra debajo de la alfombra, al desencanto de conocer de la noche a la mañana que la inflación que produce emitir moneda indiscriminadamente lleva a un escenario de incertidumbre y mayor pobreza, desapareciendo la alfombra y dejando a la vista la tierra escondida.