Año CXXXVI
 Nº 49.708
Rosario,
domingo  29 de
diciembre de 2002
Min 22º
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Editorial
Empleo genuino se busca

Los denominados planes jefes y jefas de hogar, que suponen un apoyo económico fundamental, aunque escaso, para muchas familias de desocupados, han surtido un efecto anestesiante sobre el índice de empleo, desde el momento que lo han hecho bajar considerablemente. Ahora para las estadísticas casi ochocientas mil personas se consideran ocupadas, cuando en verdad reciben bajo otro nombre una suerte de subsidio al desempleo.
Es preciso insistir en el concepto de que resulta imprescindible acudir en soporte de los necesitados y hasta se puede discutir si el monto del auxilio no debería ser mayor o complementarse con otro tipo de beneficios sociales, que fácilmente podrían hallarse a poco que los técnicos en acción social, funcionarios y legisladores pusiesen manos a la obra. Pero la necesidad de la gente, producto de una crisis económica sin precedentes en la historia argentina, y los modos de paliarla que se instrumentaron oficialmente no deberían implicar la tergiversación de los indicadores macroeconómicos, que por definición no son aptos para lavar ante la comunidad realidades indeseadas o para exhibir supuestos éxitos político-sociales obtenidos al enfrentarlas.
Dada la naturaleza del tema, y más allá de la dosis de clientelismo que en la Argentina conlleva toda política asistencialista practicada desde el Estado, no debería escapar al criterio de nadie que las mediciones del desempleo sólo pueden signar positivamente el estado de la economía si constatan un crecimiento genuino de la ocupación, esto es del empleo remunerado, sometido a las reglas que lo regulan, basado en la necesidad de las empresas de contratar trabajadores y en la de éstos de obtener un salario digno como contraprestación por su entrega laboral. Nada que resulte desconocido en cualquier economía de mercado dentro del mundo globalizado.
Cabe insistir. No se trata aquí de descalificar la ayuda social en la emergencia. Pero aun aceptando que es indispensable, más allá de su magnitud, debe acotarse a su verdadero significado económico. Y no puede constituir un programa estratégico, sino todo lo contrario: la acción gubernamental debería encaminarse a transformar las bases de la economía para alcanzar la meta del crecimiento económico. Será la apertura de nuevas fuentes de trabajo y la ampliación de las existentes lo que, en un marco de justa distribución del ingreso, dará sustento a la reducción de los índices de desocupación.
Con todo, el llamado "veranito" económico deja entrever algunos logros en esa dirección, aunque todavía se está demasiado lejos de la meta como para afirmar con apoyo en datos serios que la desocupación está comenzando a ceder.


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