Año CXXXVI
 Nº 49.708
Rosario,
domingo  29 de
diciembre de 2002
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Análisis político
El domador y los leones

Jorge Sansó de la Madrid / La Capital

En algún lado existe un cuento que relata más o menos así: un viejo domador enfrenta a un grupo de mujeres que lo increpaba por sus castigos a los leones. "Oigan -explica el hombre con paciencia-, los leones tienen tantos años como yo. En ellos hemos acumulado la misma experiencia, que consiste en saber que, aunque nos desconfiemos, nos necesitamos recíprocamente. Los leones sin el circo quién sabe donde terminarían; en cambio para ser estrellas del espectáculo necesitan de mí. Yo, sin leones, no podría ser domador. Juntos damos forma al show en el que somos los actores de reparto; el protagonista es el látigo. Mi participación consiste en hacerlo aparecer temible y cruel, revolearlo al aire y hacerlo silbar con fiereza, pero de tal modo que si se acerca a la piel de los leones haya perdido en tantos giros su fuerza de daño y termine siendo una caricia. Una señal cómplice en la que el león interpreta que debe hacer la pirueta aprendida. Pero el público no debe saberlo. Debe creer que los leones son unos salvajes dispuestos a comerme por más que estén gordos, bien alimentados y de tan viejos que son ya ni dientes tengan, y que yo me estoy defendiendo a puro chicotazo brutal, con los que además de sacarles las ganas de atacarme los obligo a hacer lo que quiero".
El problema que tienen actualmente el presidente de la Nación, Eduardo Duhalde, y su archiadversario interno, Carlos Menem, es que ambos han acumulado demasiada experiencia y se han convertido en habilidosos manejando el látigo. Pero ninguno de los dos quiere hacer de león y sobre todo carecen en este momento de instrumento que doblegue al otro. Y aunque lo suyo suene a remanido show de circo, lamentablemente, es algo más que un mero entretenimiento inocuo para el público.
La decisión del presidente de eliminar las internas llevó a Reutemann a advertir sobre el riesgo de fractura. "Mantengo mi posición, y creo que el PJ tiene que definir su candidato el 23 de febrero o el 2 de marzo por medio de internas", afirmó a LA CAPITAL el gobernador a quien Duhalde imaginó todo este tiempo como un largo, flexible y silbador látigo que, manejado por su mano en el centro de la pista mayor del país, mantendría a Carlos Menem en su jaula.

El circo debe seguir
Ya no es el show, es el circo el que corre el riesgo de quebrar, advierte el Lole sobre cualquier "artilugio" que evite la cita con las urnas de los afiliados peronistas. "La idea (duhaldista) de que todos se presentan a la general sin pasar por la interna, sería como un remate de feria en el que se repartirían identidades de candidatos del justicialismo como los vendedores que ofertan la foto a los espectadores de un circo: sólo les interesa a los que aparecen en ellas. Un candidato que surja así llegaría a una segunda vuelta con una ínfima y ridícula cantidad de votos mientras el resto del peronismo se dispersaría como la gente cuando acaba un espectáculo", completó Jorge Obeid en los medios porteños.
Es un lugar común afirmar que, sin Reutemann, Duhalde no tiene un candidato en condiciones de enfrentar a Menem en una interna. Y pretender evitarlas no es sino una ratificación más de esa situación o, cuanto menos, la necesidad de ganar tiempo en procura de las alquimias que, desde el operativo clamor por su propia candidatura -que primero dejó poner en marcha a los suyos y después desautorizó de modo expreso-, van hasta el ministro de Economía, Roberto Lavagna, a quien ya no son pocos quienes imaginan recorriendo el mismo camino de Henrique Cardoso en Brasil.
Con su edad encima y las encuestas adversas que casi lo han convertido, al menos para buena parte del electorado independiente, en un león herbívoro, la suerte de Menem hace que la obsesión del presidente lo exhiba todavía con una ferocidad temible. La pregunta es, por qué Reutemann contribuye a esa imagen al aparecer tan abiertamente contrario a los planes que, por descabellados que sean, el duhaldismo presenta para evitar la recuperación y, eventualmente, un triunfo del riojano.
Quizá la respuesta más verosímil a este interrogante no haya que buscarla esta vez en el contexto nacional sino en la reciente reunión del congreso del peronismo provincial que sesionó anteayer en la ciudad de Santa Fe.

Látigo a la disgregación
En primer término y como notoriamente se desprende de su propia advertencia, Reutemann tiene plena conciencia de que, cualesquiera sean sus planes para su futuro, éstos deberán desarrollarse dentro del Partido Justicialista y que si el enfrentamiento entre Duhalde y Menem lo fractura o atomiza ello será un perjuicio evidente para quienes, como él, se saben llamados a seguir siendo protagonistas de la vida pública nacional.
Leopoldo Moreau, Rodolfo Terragno, Elisa Carrió, Ricardo López Murphy, por sólo citar algunos nombres, son dirigentes de primera línea de un partido atomizado. Al margen de las reacciones y sensaciones que cada uno de ellos despierte en el lector, lo cierto es que cualquier tarea que ellos se propongan choca de antemano con una estructura partidaria atravesada tanto por el vicio como por el desinterés. Tal es la realidad actual de la UCR. Su alternativa es irse o hundirse. En ese espejo parecer mirarse Reutemann en una etapa partidaria del peronismo que sobreviva a la vigencia de Menem y Duhalde.
En el reutemismo, están convencidos de que las chances del ex presidente, no tal vez de ganar la interna, sino de ganar las elecciones generales están peligrosamente acotadas, pero que ese y no otro será el único antídoto a sus ambiciones. "La única manera de acabar con Menem es que pierda en elecciones", aseguran. Con lo que la reciente postura asumida por Reutemann, entienden, no debe interpretarse como favorable al riojano. De hecho la fecha de la interna partidaria provincial adoptada por el congreso de Santa Fe avala esta explicación. La Casa Gris apeló el viernes a la muñeca de un experimentado, Rubén Dunda, para conducir como un mero trámite administrativo un congreso en el que, más allá de la sanción a un grupo de concejales que sacó los pies del plato, buscó amplificar señales de dominio remarcando el territorio. Dunda se aseguró que la cuestión principal apareciera como secundaria en el fárrago de la espectacularidad que importa el escarmiento que a modo de domador impuso a los leones que se salieron del libreto: la fecha del 29 de junio para las internas partidarias. Todo pareció girar en torno al chicotazo que Reutemann ordenó hacer silbar sobre los ediles que votaron a presidentes radicales en los Concejos a los que pertenecen pero nunca la cuestión pareció destinada a agotarse en la misma sanción. Entre otras razones porque ello importaría generarles a algunos de los acusados una tribuna propicia en contra del hegemonismo reutemista en el PJ del que reniegan y porque además resultaría impresentable un castigo por votar a un radical en medio de un sistema democrático vigente.
Se buscaba, aseguran, regenerar la conciencia de pertenencia en medio de la disgregación partidaria que exhibe el país y ante la necesidad de sustraer el peronismo santafesino de la pelea estelar en la que persisten ambos líderes nacionales. De este modo la excusa de las sanciones que permitió reunir el congreso y sacar por aclamación la fecha de las internas provinciales se enmarca dentro de la estrategia nacional que Reutemann no termina de descubrir del todo y en momentos en que desde todos los partidos buscan sondear pistas para ver si está explorando la posibilidad -como hemos afirmado- de reformar la Constitución provincial.

Los límites del juego
En este marco las declaraciones del ex gobernador Jorge Obeid en las que asumió una actitud perdonavidas de los acusados, resultaron disonantes a los oídos de la Casa Gris y reaccionaron. Aunque en las últimas horas Obeid se encargó de aclarar de qué lado sigue estando y que no buscó generar una confrontación con el reutemismo dijo algo que hizo pensar a más de uno: "La crisis partidaria es producto de muchos años de falta de discusión".
Esos dichos y algunas ausencias notorias en el congreso matizaron un trámite que -como preveían- fue rápido e indoloro, un latigazo al aire. Pero del que salió la certeza que le permitirá al gobernador irse tranquilo la semana próxima unos días de vacaciones sin temer que los precandidatos presidenciales de su partido le avancen sobre el territorio en busca de generarse espacios poniéndole en riesgo su dominio.
Es que en la interna del 29 de junio, además de autoridades partidarias, los peronistas elegirán a sus candidatos a diputados y senadores nacionales para la renovación legislativa que se hará a fin de año. Para esa fecha y de respetarse el cronograma que el Lole ahora reclama (internas en febrero o marzo y luego elecciones generales en abril) en abierto desafío a los deseos de Duhalde, deberá estar elegido el nuevo presidente quien quiera que éste sea. Por ende esa elección del PJ santafesino habrá quedado libre de la injerencia de los distintos candidatos presidenciales como hubiera acontecido si se fijaba la misma fecha de la interna nacional o una anterior a ésta por la simple razón de que cada uno de esos aspirantes habría intentado conseguir que las listas contengan hombres que les son afines para poder contar con ellos en el Congreso en caso de acceder a la presidencia de la Nación.
Conforme sean sus planes, Reutemann fijó el límite para el libre juego de cada cual: la desestructuración del peronismo. Aun cuando haya quienes piensan que a esa consecuencia conduce, precisamente, la hegemonía que mantiene por más que acepten que en Santa Fe el PJ y el Lole todavía se necesitan unos a otros como el domador y los leones.



Otros tiempos: hoy Duhalde y Menem afilan garras.
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