Año CXXXVI
 Nº 49.708
Rosario,
domingo  29 de
diciembre de 2002
Min 22º
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El viaje del lector
Glaciar Perito Moreno: Bloques azulados

Con mis apenas 22 años doy gracias a Dios por todos los lugares de la tierra que tuve la oportunidad de conocer, en especial los glaciares, uno de los mejores paisajes del mundo, ubicado nada más y nada menos que en nuestro propio país. Es difícil describirlo, porque más bien se siente, se vive y se sueña, todo a la misma vez.
Salimos en catamarán desde Puerto Bandera ubicado a 49 kilómetros de El Calafate. Allí comenzó un viaje de ensueños y asombros, donde recorrimos el brazo norte del lago Argentino, toda una tentación para disfrutar de las múltiples formas que adoptan los glaciares Upsala, Spegazzini, Onelli y Agassiz, entre otros.
La embarcación nos llevó por el brazo norte del lago Argentino y luego el brazo Upsala, para llegar al glaciar del mismo nombre. Este es el mayor de todos los glaciares por su extensión. Durante el trayecto, la lancha recorrió inmensos bloques de hielo azul que flotan a la deriva. Es realmente impactante admirar el canal lleno de témpanos como si fuera una exposición de esculturas y cuyos tamaños llegan a multiplicarse hasta nueve veces bajo el agua.
Recuerdo ver a un chino y un francés sacándole fotos a cada trozo de hielo que se cruzaba ante sus vistas y hasta me daba gracia cuando el francés exclamaba: "¡Mirá ese, parece un perrito!" y click, una foto. "¡Mirá aquel otro, parece un barco!" y click otra foto, y así todo el tiempo. Me imagino la cantidad de instantáneas que pudo haber sacado aquel hombre y ni hablar del chino.
Yo particularmente me dediqué, más que a sacar fotos y filmar, a disfrutar con mis propios ojos de cada momento del día que a medida en que iba transcurriendo combinaba diferentes tonos de celestes y turquesas. Todo un espectáculo.
Posteriormente desembarcamos en Bahía Onelli, donde se inicia una caminata de 1.500 metros atravesando un bosque de lengas hasta llegar a la laguna Onelli. Aquí se pueden observar los glaciares Onelli y Agassiz. En el trayecto de regreso pasamos cerca de un cerro con condoreras, pudiéndose ver algunas de estas aves en pleno vuelo. La excursión finalizó en Puerto Bandera.
Al día siguiente llegó el momento cumbre, como cuando en un teatro se levanta el telón para el primer acto. En ese instante se sintió un coro de suspiros de toda la gente que sin importar ni el frío, ni el viento yacían con sus cámaras en la embarcación. Se trataba del impacto que producía ver el gigante de hielo, esa masa blanca y celeste -me estoy refiriendo al famoso Perito Moreno-. Luego la sorpresa de que a cada instante hasta el más pequeño desprendimiento de la pared frontal del glaciar se explayaba con un estruendo que no se podía creer.
Segundo acto: llegamos con mi hermano para vivir el Perito Moreno "desde adentro". Para esto contamos con los guías que nos pusieron en los pies unos calzados metálicos llamados grampones con los que caminamos sobre el hielo llegando muy cerca de los grandes picos. Allí pudimos ver el lago desde los 60 metros de alto del glaciar.
Finalmente, para completar el rubro de placeres nos dimos el buen gusto de tomar un whisky con hielo, pero no cualquier hielo, sino el del propio glaciar Perito Moreno. ¡Que tal!
Alejandro Cantoia



Cuando caen los hielos el estruendo es ensordecedor.
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