Año CXXXVI
 Nº 49.708
Rosario,
domingo  29 de
diciembre de 2002
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Si hay miseria, que no se note

Alberto Serra

La frase es vieja: si hay miseria, que no se note. Viene a cuento por lo que a diario vemos en el hipódromo Independencia. No me refiero a la falta de pintura, de jardinería o de mantenimiento, que últimamente se han hecho notorios. Pese a esas carencias, el hipódromo puede funcionar igual.
Lo que quiero puntualizar en estas líneas son dos aspectos totalmente distintos, que son muy serios y que necesitan una corrección rápida, pues son del corazón de la actividad. Una es referida a la necesidad de poner más máquinas para la venta de apuestas foráneas y la otra es con respecto al espantoso estado de los baños de la tribuna del paddock. El tema de las máquinas expendedoras no es nuevo, pero últimamente esta deficiencia ha recrudecido hasta niveles insoportables, por la incorporación del simulcasting y el cierre de las bocas clandestinas de venta de boletos que se produjo hace algunas semanas.
Si antes las tres míseras máquinas que funcionan en el Independencia ya eran pocas, porque siempre hubo colas vergonzosas en los tramos principales de las reuniones de Palermo y San Isidro, ahora -con la inyección de centenares de apostadores que no solían concurrir al Independencia- la crisis se ha hecho casi insostenible. Es menester que se incorporen más artefactos expendedores, para que el público siga concurriendo y no busque otras bocas de juego que tarde o temprano saldrán a captar a los apostadores desencantados con la atención que están recibiendo en nuestro hipódromo.
El tema de los baños es francamente una vergüenza. Se nota la desidia de los responsables, que con poco dinero y un poco de preocupación, podrían ponerlos rápidamente en condiciones adecuadas. Sospecho que esos baños jamás fueron visitados por un inspector municipal, ya que no resistirían el más somero análisis y tendrían que ser clausurados inmediatamente. La responsabilidad primaria es del Jockey Club. Pero la advertencia debe ser recogida también por la Asociación de Hipódromos, que comparte la explotación de la venta de boletos en Rosario y también debería ocuparse de la solución de los problemas enunciados.


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