Las bases para la eventual clonación de seres humanos fueron sentadas por el equipo de científicos dirigido por el escocés Ian Wilmut, que clonó en 1997 a la oveja Dolly. Con este avance, Wilmut introdujo un nuevo paradigma biológico: se trató de la primera vez que alguien programaba una célula adulta nuevamente a su estado embrional para dar vida a un nuevo mamífero. En julio de 1998, investigadores japoneses presentaron dos terneros clonados siguiendo el método utilizado con Dolly y confirmaron que la técnica funcionaba. En ese entonces, los científicos debían utilizar un promedio de entre 200 y 300 óvulos para poder clonar un ternero.
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