"No existe un modelo de salud en la Argentina: el sector se rige por la imprevisión y la obediencia a las presiones del mercado", aseguró a La Capital Floreal Ferrara, ex ministro de Salud bonaerense entre 1973 y 1974, y de 1987 a 1988. El fogueado conocedor de la administración sanitaria afirmó que el presupuesto estatal se mantiene "con el aporte de los trabajadores y el pago de las familias" más que por los dineros del Estado. El actual profesor universitario con postgrados en la administración hospitalaria concluyó que el mayor gasto se lo lleva la compra de medicamentos y tecnología. "Esa política beneficia a los laboratorios y empresas internacionales que han impuesto que la salud sea una mercancía", subrayó. Señaló que "hay menos enfermeros que médicos porque son éstos los que recetan los fármacos y los que disponen la aplicación de costosas tecnologías". En ese marco, sostuvo que esa tendencia a "la hegemonía del poder del médico, no es una situación independiente de la política; ellos terminan siendo agentes de ese sistema economicista". Su pertenencia justicialista no lo priva de criticar la gestión del gobierno de Menem. "Al adherir a los postulados del Banco Mundial se produjo la situación sanitaria en la que la libertad de mercado pregonó y apuntó al descrédito del hospital público y al surgimiento de instituciones de autogestión, una variante de la privatización". Señaló que el Banco Mundial desembarcó en la Argentina "invirtiendo millones de dólares para provocar el desmantelamiento de las obras sociales que permitieron la cobertura sanitaria de los trabajadores. Querían lograr que un 30 por ciento de los afiliados dejaran sus propias obras sociales. Pero sólo un 8 por ciento se corrió de ellas, además, de ese porcentaje hay que restar un 4 por ciento de empleados que optaron por quedarse con la cobertura que ya tenía el familiar directo, con lo que la pérdida de la pertenencia a las obras sociales no pudo ser impuesta por la organización bancaria internacional". Ferrara recordó también la larga lucha para que el Estado asuma su responsabilidad en la salud de la población. En ese contexto reconoció Ramón Carrillo, un eminente neurocirujano que en 1946 fue titular de la entonces flamante Secretaría de Salud Pública de la Nación. "En 1949 pasó a ser Ministerio de Salud Pública, donde Carrillo siguió a cargo hasta julio de 1954. Fue él quien incorporó a la asistencia social como finalidad concreta del Estado, y planificó el aumento del número de camas, hospitales, maternidades, centros maternos infantiles y un sistema de semisocialización de la medicina a través de médicos de familia a cargo del Estado". Surgía así la medicina social, una rama que debía controlar los "factores económicos y sociales, determinantes colectivos de la salud humana en el conjunto del pueblo". Comenzaba -dice Ferrara- a considerarse factores como la alimentación, la vivienda, las condiciones laborales y la educación sanitaria". Para Carrillo, "los bichos eran causas pequeñas de las enfermedades, porque las causas verdaderas eran otras más profundas y estructurales". Ferrara completa el aserto con que "lo social determina lo biológico; la salud es más que el completo bienestar, es la capacidad de lucha, porque el organismo está sano cuando puede defenderse".
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