Año CXXXVI
 Nº 49.697
Rosario,
miércoles  18 de
diciembre de 2002
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Absuelven al hombre que mató al barrabrava Hugo Taborda
El "Sapo" era en extremo agresivo. El homicida, según el juez, actuó porque su vida corría peligro

Jorge Salum / La Capital

A Luciano César no le quedó más remedio que matar. Si no lo hacía, su propia vida y la de su familia peligraban. La amenaza se llamaba Hugo Bernardo Taborda, alias Sapo. César lo mató en legítima defensa, fue la conclusión a la que arribó un juez. Salió de la prisión el viernes pasado, después de pagar una fianza de 8.000 pesos.
El caso sería uno más entre tantos si no fuera por algunos detalles. Es que Taborda era un tipo conocido por sus antecedentes penales y sobre todo porque era un barrabrava (de Rosario Central).
Otro episodio puso el caso al rojo vivo: fue cuando los parientes del muerto atacaron a balazos el juzgado donde se investigaba el homicidio. En ese momento César se encontraba declarando y sólo por milagro no hubo víctimas.
El crimen del Sapo ocurrió el 8 de julio de 2000. Esa madrugada Taborda y otro hombre fueron hasta la casa de César, a quien todos conocían como Chanchi. Los dos sujetos llegaron a bordo de un Fiat Regatta con los vidrios polarizados, que quedó estacionado con las luces encendidas.
Los intrusos encararon directamente a César. Nunca se sabe por qué lo buscaban y qué querían. Ni ahora, con la sentencia del juez Ernesto Genesio firmada, está claro cuál fue el móvil del intento de apriete.
César conocía a quiénes lo buscaban, sabía que se trataba de sujetos peligrosos y se preparó para recibirlos. Es probable que también supiera por qué lo buscaban, aunque jamás lo dijo y es probable que nunca lo haga.
De entrada los visitantes hirieron a César con un disparo en el brazo y lo arrodillaron frente a su familia. La réplica fueron tres disparos con un revólver calibre 38 largo que hirieron mortalmente a Taborda en la cabeza y en el pecho. Su cuerpo, todavía con vida, apareció en una zanja de Presidente Quintana y Esmeralda, muy cerca del lugar donde lo balearon. Murió cuando lo llevaban al Hospital de Emergencias.
Cuando fue detenido, varios días después del crimen, César fue acusado de homicidio simple. Fue procesado y enjuiciado bajo esa figura, pero él siempre dijo que actuó en defensa propia. "Taborda era un ser humano agresivo, temerario, que no se quedaba en amenazas", escribió alguna vez en su defensa la abogada Susana Zulkarneinuff. Estaba diciendo que, al matar, su defendido no tenía otra alternativa.
Ahora la sentencia de primera instancia del juez Genesio, secretaría de Ernesto Eiris, acepta esta versión de los hechos. Para el magistrado está claro que se trató de un caso de defensa propia ya que el autor de los disparos sufrió una agresión ilegítima y él o los miembros de su familia podrían haber muerto.
Hubo un dato decisivo para probarlo: en las dos manos de Taborda los peritos hallaron evidencia de que había disparado un arma. Además, las declaraciones de los familiares de César eran todas coincidentes y sin fisuras: en todas quedaba claro que al Chanchi habían ido a buscarlo y no precisamente para sostener una conversación amistosa.
El juez Genesio toma en el fallo otra decisión trascendente: ordena que se inicie un sumario judicial contra un testigo que aparentemente mintió para perjudicar al acusado Jaime. La nueva hipótesis es cuanto menos inquietante: no se descarta que en realidad esta persona (¿También barrabrava, como Taborda?) era el segundo sujeto y que probablemente fue quien hirió a César de un balazo antes de que éste reaccionara.



El juez Suárez Romero en la reconstrucción del crimen.
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