Año CXXXVI
 Nº 49.696
Rosario,
martes  17 de
diciembre de 2002
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Música / Crítica
Lerner y una noche inolvidable de baladas cantadas a todo pulmón

Pedro Squillaci / La Capital

Lerner tiene la habilidad de convertir simples canciones de amor en excelentes baladas. Solo con su piano, junto a su banda, o con músicos invitados siempre logra su objetivo: conmover al público del principio al fin. Así lo hizo el sábado pasado ante más de 3.000 personas en el anfiteatro municipal en un show en el que mezcló temas de toda su carrera. El común denominador del espectáculo fue la entrega del artista, un grupo de músicos impecables, y la sensación de que Lerner toca y canta cada día mejor.
"Qué difícil se me hace,/mantenerme en este viaje,/lejos de la transa y la prostitución", cantaba Alejandro acompañado sólo con su teclado y parecía que el tiempo no había pasado. Pero pasaron veinte años de aquél chico pelilargo, gordito y asmático que supo ganarse muy de a poco un espacio en la escena del rock de los 80, a éste que acaba de grabar un tema en el último disco de Santana, que vive seis meses al año en Los Angeles, y que no para de crecer a nivel internacional.
Lo esencial es que este artista se mantiene muy firme en el corazón de sus seguidores. Por eso cuando cantó "Todo a pulmón", "Cuatro estrofas", y "Mil veces lloro" con la compañía de su piano, tiró toda su historia en cuestión de minutos. Ahí se produjo una mezcla de emociones que se podía percibir entre la gente, con amplia mayoría del sector femenino.
Lerner conoce muy bien a su público y sabe que las damas, madres e hijas, mueren por él. Por eso se entendieron las caras de odio de algunas, cuando el artista invitó a subir al escenario a una persona del público. Fue para cantar "No hace falta que me digas". Daniela se hizo famosa por tres minutos, entonó como pudo y salió airosa del desafío de cantar a dúo con Lerner ante miles. Y todavía debe estar pensando que esto le pasó a otra persona.
Este detalle marcó que se puede hacer un show caliente cuando está todo fríamente calculado. Es que el espectáculo no dejó nada al azar. La banda sonó ajustada y ensayada, y pese a que la estrella era Lerner se percibió que el disfrute era también para ellos. Una de las perlitas de la noche fue cuando Montesano, Muir y Vaccaro (vestidos todos de rojo y azul) acompañaron en coros a Alejandro en "La balanza del bien y del mal".
Otro punto acertado fue la elección de una pantalla en el fondo del escenario para ilustrar algunas canciones. En "La belleza", se pudo ver excelentes fotos en blanco y negro de parejas de ancianos, y en "Quien te dijo" las imágenes desnudaban el duro trajinar del argentino medio para sobrevivir.
Pero la gente quería más. Lerner tuvo que salir cuatro veces a escena y tocó como si recién hubiese iniciado. Por eso, cuando todo era una fiesta, les regaló una vez más "Volver a empezar". "Aún no termina el juego", cantaba Alejandro. Y quedó claro que, evocando a Serrat, sigue jugando el juego que mejor juega y que más le gusta.



Alejandro Lerner recorrió sus veinte años de carrera.
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