La ecuación más educación mejor y más empleo se ha roto en el país en los últimos 15 años. Según informes del gobierno, los graduados universitarios son los menos afectados por la desocupación, pero a ese segmento le cabe una gran pauperización cualitativa de los niveles ocupacionales, puesto que desempeñan tareas que, hasta hace pocos años, desempeñaban operarios con menos instrucción. El razonamiento de que a "mayor educación, mayor posibilidad de trabajo" debe ser analizado bajo algunas variables. "Hay que preguntarse si la demanda de graduados se da por sus conocimientos o por la devaluación de las credenciales educativas", dijo a La Capital Carlos Crucella, profesor de Economía en la Facultad de Ciencias Políticas de la Universidad Nacional de Rosario. Los datos de octubre último muestran que, por niveles educativos, el desempleo se concentra en quienes no han finalizado estudios primarios, secundarios o universitarios. Quienes sí han concluido el nivel medio o universitario tienen una menor incidencia en su tasa de desocupación relativa. La Comisión Nacional para el Mejoramiento de la Educación Superior, sostiene que "en el 2001, el 82 por ciento de quienes tienen estudios superiores completos se ubican en alguna actividad del sector servicios. Este porcentaje baja notablemente para quienes no terminaron sus estudios superiores (62 por ciento), mientras que para el resto de los niveles se mantiene alrededor del 50 por ciento del total de los ocupados de cada categoría". En 1996 -según esa comisión- el 5,8 por ciento del total de ocupados en la industria tenía sus estudios superiores terminados y el 9,8 por ciento los tenía en curso. Mientras que el 9,3 y el 33,9 por ciento, tenía hasta el primario incompleto y el primario completo respectivamente. Esas cifras varían significativamente en 2001. Los graduados pasan a ser el 10 por ciento de la fuerza laboral empleada y quienes tienen sus estudios superiores incompletos alcanzan al 12,5 por ciento, es decir que su participación aumentó sensiblemente. En contraste, la inclusión de los menos educados bajó al 6,6 por ciento -para los más bajos- y el 29,3 por ciento para quienes tienen el primario completo. Se pone en evidencia el desplazamiento de la fuerza de trabajo menos formada debido a las presiones del mercado. En el sector de los universitarios -de acuerdo a datos del Instituto Nacional de Estadísticas y Censos (Indec)- los rubros que más cesantías dejaron fueron la industria, la construcción y el transporte. Las profesiones más golpeadas fueron la ingeniería y la arquitectura. También hubo despidos de técnicos en empresas privadas y financieras, lo que afectó a graduados en ciencias económicas. En tanto, hubo un crecimiento de puestos en la enseñanza y en la salud, aunque eso se deba a trabajos institucionales con menores salarios y prácticas no rentadas. Entre los docentes, hay que considerar que muchos profesionales universitarios debieron recalar en la aulas, al no poder insertarse en la industria. En ese sentido, Crucella, indicó que "por la caída del empleo, el universitario cubre trabajos en los que antes no se empleaba. El cruce entre niveles de educación y nivel de las tareas dice que esos puestos de trabajo no son para su nivel y que desplazan a otros que podrían trabajar con estudios de nivel medio". Estas condiciones laborales, además, fueron dramáticamente modificadas por el auge del régimen de pasantías con salarios bajos (fuera de convenio) y la proliferación de contratos a término (por uno a seis meses) sin estabilidad, de modo que los empleadores impusieron exigencias que las ocupaciones no demandaban. "El problema no es que la educación no prepara para el mercado: un chico de San Nicolás que en los 90 ingresó en la Universidad Tecnológica, antes de recibirse se encuentra que cierra Somisa", explicó Crucella.
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