El complejo aceitero argentino se distingue por tener un coeficiente exportador superior al 95% y una amplia diversidad de destinos, que supera los 100 países. Esta posición se pudo lograr gracias a ventajas estructurales que ha desarrollado y supo aprovechar. Entre otras, cercanía a las fuentes de materia prima, gran capacidad de molienda, utilización de tecnología de punta tanto del productor agropecuario como de la industria molturadora, inversión en plantas, tecnología e infraestructura portuaria. Esto se logró inclusive en condiciones cambiarias adversas, lo que implica el alto grado de competitividad de la cadena integral. Tras la devaluación del peso, si uno analiza el cuadro sin englobar todas las variables que influyen en el negocio agroindustrial, se podría decir que pasó a ser un negocio brillante pero no hay que olvidarse que los precios de los commodities son fijados por la oferta y demanda que se presentan en el mercado. De allí luego surgen los márgenes de rentabilidad. En un mercado perfecto en donde no existiesen perturbaciones arbitrarias hubiese provocado ganancias sostenidas. Lamentablemente esto no es así ya que las imperfecciones existen y son de diversa índole, como ser: * Políticas que aseguran precios internos mínimos en países desarrollados y subsidios a las exportaciones, que provocan excedentes innecesarios y bajan el precio de los productos. * Políticas de sustitución de importaciones como China, que establecen políticas poniendo barreras a la importación de aceite y harina, abonando un subsidio de U$S 30 para procesar la soja en plantas de su propio país. Teniendo en cuenta que el costo de producir en una planta competitiva es de $5 a $7, en aquellos países subsidiar con U$S 30, les permite ser ineficientes en U$S 23. En el mundo desarrollado se pagan actualmente U$S 300.000 millones de dólares al año en subsidios agrícolas, es decir siete veces más de lo que dan en ayuda para el desarrollo. Cabe acotar que esto se da en el marco de industrialización de productos que Argentina mantiene en alta competitividad estructural. Es decir, a pesar de todos estos frenos externos, el sector siguió siendo competitivo; y además debemos recordar el "Caso argentino agropecuario", que en contracorriente a países del primer mundo, en vez de alentar a la exportación, se castiga a toda la cadena productiva con retenciones a las exportaciones. Para el caso de productos con mayor valor agregado, existen en algunos casos barreras que hacen imposible su ingreso. Determinados países imponen picos arancelarios, como es el caso del aceite refinado de soja en India . Es decir que con un producto commoditizado es mucho más simple penetrar a nuevos destinos, que con un producto dirigido directamente al consumidor. (*) Presidente de la Asociación Argentina de Grasas y Aceites (Asaga)
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