Año CXXXVI
 Nº 49.688
Rosario,
martes  10 de
diciembre de 2002
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"En esta música la ortodoxia tiene que ser una herramienta creadora", aseguró
Enrique Morente, la gran figura del I Festival de Flamenco de Rosario
Con humildad el cantaor granadino consideró como una evolución natural los aportes que hizo al género

U.G. Mauro / La Capital

"Lo que nunca debe hacer un cantaor de flamenco es dejar de sentir profundamente lo que canta", dijo el cantaor flamenco Enrique Morente, figura principal del Primer Festival de Flamenco de Rosario, en diálogo con La Capital y poco antes de su actuación del domingo pasado en el teatro La Comedia, donde además fue nombrado visitante distinguido por el intendente Hermes Binner.
Morente, un granadino considerado la máxima figura del flamenco, se caracteriza por ser un artista que respetó las fuentes de un género de nada fácil comprensión para los no iniciados, pero también impuso la renovación incorporando la letra de los grandes poetas españoles como Federico García Lorca, Antonio Machado y Miguel Hernández. También estableció las primeras relaciones del género con ritmos y artistas del rock.
-¿Cuáles son los elementos que hacen que determinadas expresiones del flamenco se puedan considerar tradicionales o renovadoras?
-Es muy difícil establecer dónde termina una categoría y dónde empieza la renovación. El flamenco fue evolucionando a lo largo de los años por distintos caminos. Pero creo que se debe respetar eso que algunos llaman la ortodoxia para tomarla como un elemento al que se le puedan ir agregando elementos de creación, cosas que lo mantengan vivo y vigente. Es decir, que sea una herramienta creadora.
-Pero usted es el responsable de algunos de esos cambios...
-Lo que yo hice, sencillamente, fue aflamencar algunas cosas hechas por los grandes poetas españoles como García Lorca y cantar junto a algunos músicos de otros estilos. También trabajé con el flamenco en la composición de obras más complejas.
-¿Qué opinión le merecen las expresiones del flamenco que se fusionan con el pop o con lo más comercial?
-En esta música conviven toda clase de experiencias que van desde Manzanita, Tomatito o Camarón de la Isla hasta lo hecho por Ketama.
-¿Cuál fue el aporte que hicieron en su momento los Gipsy King?
-Ellos representan la vertiente más comprometida con lo comercial..., pero prefiero no vertir opiniones sobre mis colegas.
-¿Cómo tomaron esos cambios los cultores más ortodoxos del flamenco?
-Creo que la reacción que se produjo al principio es la misma que ocurre siempre que algo deja de ser como era: aparecen primero las resistencias y tiempo después llega la comprensión y el acostumbramiento.
-¿Cuál fue su obra más exitosa?
-No sé si se puede hablar del éxito de una obra en particular porque en nuestra música cabe mucho la inspiración del artista y nunca un tema se interpreta del mismo modo. Una de las cosas que hice dentro del flamenco y con la que sé que causé cierta conmoción fue el atreverme a ponerle música y sabor flamenco a los poemas de Miguel Hernández, mi primera experiencia en ese terreno que después seguí con cosas de Antonio Machado y Lorca. Hay que pensar en todo lo que eso representaba en la España de mediados de los años 60.
-¿Por qué razón, al menos fuera de España, el flamenco se impuso como una música de culto?
-No sé si es una música de culto, pero lo que es cierto es que en torno al flamenco se da la paradoja de que siendo netamente popular no es masiva ni es fácil adentrarse en ella.
-¿Tenía razón entonces su compatriota Carmen Flores, quien señaló que el flamenco, paradójicamente, es una música popular de elite?
-Pues en cierto modo sí, ya que nuestro canto nació y representó durante mucho tiempo a sectores marginales de nuestra sociedad y fue perseguido y censurado.
-¿Qué no debe hacer nunca un cantaor de flamenco?
-Lo que nunca debe hacer un cantaor es abandonar las pasiones y dejar de sentir profundamente lo que canta. Cuando comience a sentir algo así debe dejar su lugar al que venga detrás, aunque a un cantaor auténtico eso no le sucede jamás.



Enrique Morente, una voz que impuso nuevos códigos. (Foto: Enrique Rodríguez)
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