Coherencia dirigencial, la apuesta de promover las divisiones inferiores y una envidiable conjunción entre juveniles y profesionales maduros derivaron en la víspera en un lógico campeonato que obtuvo Atlético de Rafaela, que dio así el primer paso para acercarse a la primera división del fútbol argentino en 2003. Quizás Eduardo Ripamonti (integrante de una caracterizada familia de la ciudad) y Antonio Vivanco (primer presidente honorario) no imaginaron jamás aquel 13 de enero de 1907 que la asamblea constitutiva del entonces club Atlético Argentino de Rafaela iba a devenir en semejante alegría en una calurosa jornada de diciembre de 2002. Es que la ciudad conformada por mayoría de inmigrantes italianos y sede de uno de los mejores establecimientos lácteos del país está viviendo en la antesala de la gloria , gracias a la labor desarrollada por el equipo dirigido por Oscar Cachín Blanco. La original denominación trocó por la de Atlético de Rafaela en enero de 1914 y el apodo de La Crema surgió casi inmediatamente, debido al alto poder adquisitivo de los socios y las familias que conformaban la comisión directiva. El 12 de octubre de 1953 fue inaugurado el estadio Monumental del barrio Alberdi y la piedra fundacional sirvió de trampolín para el crecimiento de la institución. Atlético comenzó a competir en la Liga local (junto a clubes de mayor popularidad como 9 de Julio y Ben Hur) y representó varias veces a la ciudad en los torneos regionales y del Interior. La entidad rafaelina tomó su denominación definitiva el 1 de abril de 1988, cuando pasó a llamarse Asociación Mutual Social y Deportiva Atlético de Rafaela. Durante esa temporada (1988-1989), con 16 triunfos y 8 empates, un equipo de la entidad alcanzó el acceso a la B Nacional, tras derrotar en la final a Atlético Ledesma de Jujuy por 3-0, el domingo 4 de junio de 1989. El entrenador de aquel conjunto fue Horacio Bongiovanni (hoy en Brown de Arrecifes) y entre sus valores se hallaba un volante central de ida y vuelta, que bien podía desempeñarse como zaguero cuando se lo requería: su nombre es Gustavo Alfaro. "No me olvido más lo que fue el viaje de vuelta, desde Jujuy. Cuando faltaban 15 kilómetros para llegar a Rafaela, las fábricas interrumpieron sus trabajos y la gente salió a festejar con nosotros a la calle. Después, hubo un camión que nos paseó por la ciudad", contó el hoy técnico de Quilmes, pero que dio sus mejores y primeros pasos desde el otro lado de la raya en Atlético. Y con Alfaro como técnico, Atlético comenzó a ser protagonista de distintas ediciones de torneos de la B Nacional, donde el equipo era reconocido por su buen trato de pelota, por su capacidad para armar un generoso juego colectivo, amén de que en la recta final el equipo parecía claudicar. En la temporada 1994-1995, Atlético de Rafaela no fue campeón porque el Estudiantes de La Plata de Miguel Angel Russo y Eduardo Luján Manera arrasó con casi todo. Pero de ese equipo todavía se recuerdan los goles de Oscar Topo Gómez, la conducción de Fernando Clementz y la firmeza defensiva de Daniel Dalmasso. En años sucesivos la Crema estuvo siempre en la lucha por los puestos de arriba, pero a la hora decisiva el equipo no lograba concretar el objetivo final. Pasó Alfaro, transitó Jorge Ghiso (hoy trabajando en la reserva de River Plate) y desembarcó Oscar Blanco. Una muestra más de la coherencia dirigencial en la elección de entrenadores que continúan una definida línea futbolística. Entonces, de cara al inicio de la temporada 2002-2003, Blanco (ex técnico de San Miguel y Banfield, entre otros clubes) armó un equipo con la joven base del año pasado más la incorporación goleadora de Rubén Forestello (ex Banfield). El equipo no arrancó bien, pero de golpe elaboró una racha de 14 partidos consecutivos sin derrotas y quedó en lo más alto. Las inesperadas caídas ante Almagro (0-2) e Instituto (1-2) sembraron alerta pero el triunfo ante San Martín (M) (2-0) le devolvieron la alegría y le despiertan la ilusión de llegar a primera división. En el Clausura intentará refrendar esa posibilidad. (Télam)
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