Renunció el presidente del Banco Central (BCRA), Aldo Pignanelli, aunque aún no se sabe si lo hizo o el presidente lo convencerá de que permanezca en el cargo. El titular del organismo de contralor en reiteradas oportunidades amagó con irse por diferencias con el ministro de Economía, Roberto Lavagna, pero siempre su lealtad a Duhalde hizo que siguiera en el cargo.
Se está ante una crisis institucional grave, ya que el BCRA debería ser una entidad independiente, pero quien la preside viene de la rama política y es amigo del presidente, quien lo convence para que siga en su puesto a pesar de no acordar con las medidas que se toman.
El problema no es que Pignanelli y Lavagna estén en desacuerdo con las políticas que ambos llevan adelante, esto es normal en todos los países del mundo. No hay ministro europeo que acuerde con la política monetaria del Banco Central Europeo, pero a nadie se le ocurre nombrar en ese cargo a un hombre ligado a un partido o amigo. El cargo es ocupado por un profesional con sobrados pergaminos en política monetaria.
A Pignanelli no le sobran pergaminos. El presidente vive laudando para que se quede, mientras Lavagna avanza sobre el Central para ver si de una vez por todas pone allí un hombre de su confianza.
Frente a esto no será necesario contar cómo terminará todo esto: mal. Los mercados el viernes se pusieron un poco más nerviosos y el Central perdió divisas. El ente rector podrá contener el dólar en los próximos meses de mantener sus intervenciones, pero perderá reservas y pasará momentos de zozobra, deberá subir la tasa y postergar anuncios de reactivación.
Lavagna desea emitir dinero sin respaldo para financiar el crecimiento, no desea acordar con el FMI en los términos que ellos le plantean y tampoco enfrentar los compromisos de vencimiento de deuda. En cambio, Pignanelli desea acordar con el FMI, no emitir sin respaldo y pagar los vencimientos con los organismos financieros. A pesar de la falta de pergaminos, el titular del Central luce mucho más razonable que Lavagna.
En este escenario, la incertidumbre se apodera de las instituciones y la propia economía. A esto hay que sumarle las variables incontrolables que debería manejar el gobierno, como la evolución de la economía de Brasil. En los últimos diez meses las exportaciones argentinas al Mercosur cayeron el 27%, el real se devaluó más que el peso y lo hace a una paridad de 3,77 reales por dólar.
Si Brasil sigue devaluando y como la única salida de Argentina es la exportación, los problemas del país vecino complicarán aún más el escenario doméstico.
Conclusiones
* La tasa de interés sigue baja, pero se espera una brusca suba a partir de la segunda quincena de diciembre.
* El dólar seguirá tranquilo (por ahora), pero el BCRA deberá intervenir activamente. La imagen de Lula podría poner brioso al tipo de cambio en Argentina.
* La Bolsa se enfrentará a una toma de ganancia, su peor enemigo -la tasa de interés- comenzará a subir.
* Lo peor de todo es que se manosea una institución como el BCRA que dejó de ser independiente. Se imprime dinero irresponsablemente y se pone en juego el consumo de los argentinos, ya que más tarde o más temprano el peso se devaluará por todas las torpezas que comenten los políticos.