Año CXXXVI
 Nº 49.686
Rosario,
domingo  08 de
diciembre de 2002
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cartas
Examen de ingreso

Soy la mamá de una nena de 11 años que quiso rendir el examen de ingreso para séptimo año del Instituto Politécnico. Apoyando su decisión y sabiendo del nivel de dificultad del examen la inscribí en el cursillo que esa institución dicta. Este cursillo no es gratuito, pero como la intención de esta carta no es la de una protesta económica no voy a decir su costo. El 31 de agosto concurrimos a una reunión en la cual el panel de profesores y el personal directivo resaltaron la importancia del curso, y aseguraron que la mayoría de los chicos que lo realiza aprueba el examen; ante la pregunta de una mamá tuvieron la temeridad de contestar que no era necesario que fueran preparados a su vez por profesores particulares, porque el curso era preparación suficiente. El día 25 de noviembre por la mañana se realizó el examen de matemática y se nos informó que en Internet se encontraba publicada la prueba con los resultados. La sorpresa fue ver que el contenido del examen era diferente al dictado durante el curso, porque durante el mismo utilizaron el libro de matemática Prem 6 cuyo contenido dista muchísimo del nivel de complejidad de los problemas del examen, que a su vez es mucho más difícil que el del año pasado. A esto hay que sumarle que la persona encargada de tomarle el examen a mi hija cometió la imprudencia de contestar preguntas equivocadamente, influyendo en la resolución errónea de un problema. De más está decir que fue muy triste ver salir llorando algunos chicos del examen y comprobar por la tarde que el de idioma nacional fue, contradictoriamente, más fácil aún que el del año anterior. A esto le agrego la hipocresía de tomarles exámenes de ingreso a niños y luego permitir el ingreso irrestricto a universidades que sostenemos todos con el pago de impuestos. El Instituto Politécnico debiera plantearse para un futuro el dictado de estos cursos en forma gratuita o de lo contrario no dictarlos más, y aceptar además que los chicos que estudian en escuelas primarias públicas tienen carencias y dificultades en el aprendizaje propias de la situación de crisis por la que atraviesa nuestro país y que no por eso tienen menos derecho a una mejor educación. Escribo todo esto aún sin saber si mi hija aprobó o no el examen porque considero que ningún resultado puede modificar el sentimiento de injusticia que siento.
Claudia Rodríguez


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