| | El cazador oculto: Negocio de cinco diferencias
| Ricardo Luque / La Capital
Las comparaciones siempre son odiosas. No hay discusión. Pero a veces son inevitables. Impertinentes, pero inevitables. A saber: quién duda de que los Beatles y los Rolling Stones son incomparables. Pero son grupos de rock, que brillaron con todo su esplendor en los dorados sesenta, en los tiempos de gloria de la Londres pop que imponía la moda desde Carnaby St., disfrutaba el amor libre y los excesos lisérgicos de las ondas de amor y paz, y caer en la tentación de poner a un grupo frente a frente con la sola intención de descubrir sus parecidos y diferencias es un riesgo calculado. Lo hacen los padres con los hijos, sin importarles la edad, el sexo y mucho menos sus sentimientos. Pase lo que pase hay un día en que empujan a sus niños espalda con espalda para ver quién es el más alto. O aún peor, los llevan a fútbol o a natación o a ballet o a ajedrez sólo para solazarse con el sudor que los baña cuando cara a cara los someten a la durísima comparación de sus talentos que les impone la competencia. Por eso, y sólo por eso, jugar el juego de las cinco diferencias, a veces, es lícito. Entonces, a jugar: ¿cuáles son los parecidos y diferencias entre Mambrú y Bandana? Bien, las diferencias saltan a la vista, los chicos de Mambrú cantan, las chicas de Bandana bailan. Pero si se va más allá el juego, lamentablemente, se torna aburrido. Porque tanto un grupo como el otro fueron creados a imagen y semejanza de un modelo que el único fin que persigue es comercial. Para que se entienda: el único interés que persiguen los creadores de "Popstars", el reality show del que surgieron los Mambrú y las Bandana, es imponer un producto que, con una inversión mínima, les permita obtener grandes ganancias. En ese sentido, ambos grupos también aparecen como calcados el uno del otro. Y es ahí donde cobra sentido por qué Bandana fue un boom y Mambrú apenas un éxito. Está claro, los chicos salieron al ruedo en desventaja, no contaron con el factor sorpresa del que sí disfrutaron las chicas. Una diferencia. Pequeña para el público, gigante para la industria. ¿Por qué? Simple: se mide en metálico.
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