La joven turca Azra Akin se convirtió en Miss Mundo 2002 ayer, en un certamen de belleza enturbiado por los sangrientos combates entre musulmanes y cristianos en Nigeria, inicialmente el país anfitrión, que obligaron a trasladar el concurso a Londres, donde un tribunal congeló los fondos y estuvo a punto de anular definitivamente l a celebración.
Akin, una modelo de 21 años, recibió la corona y un premio de 100.000 libras esterlinas (157.000 dólares), superando a la colombiana Natalia Peralta y a la peruana Marina Mora Montero, segunda y tercera respectivamente, en una ceremonia retransmitida en 142 países, pero no en Gran Bretaña.
La policía, temiendo manifestaciones de musulmanes extremistas que finalmente no tuvieron lugar, estuvo presente de forma discreta en los alrededores del Alexandra Palace, un imponente edificio de estilo victoriano que sirvió de sede al concurso.
Educada en Holanda en una familia turca, Azra Akin (21 años), de media melena rizada, quiere estudiar arte y dibujo. A la joven le gusta correr, nadar, dibujar, leer y tocar la flauta.
La colombiana Natalia Peralta, una futura dentista, fue elegida primera dama de honor. Marina Mora Montero, una peruana natural de un pequeño pueblecito de una región agrícola, fue escogida segunda dama de honor.
Poco antes, 92 lindas mujeres de todas las nacionalidades vestidas con trajes de noche rojos, turquesa, blancos, rosas y negros, desfilaron bajo los focos y ante las cámaras, en presencia de un millar de personas.
El presentador del show, Sean Kannan, hizo referencia a Nigeria, de donde todo el equipo del concurso debió huir precipitadamente por las violentas protestas.
"Nuestros pensamientos están con las familias de aquellos que sufrieron y esperamos que Nigeria se recupere rápidamente y sea conocida por la belleza que posee", dijo Kannan.
El concurso Miss Mundo 2002 no presentó en esta ocasión a las candidatas en bañador pero sí mostró en una pantalla gigante vídeos de las jóvenes en biquini en medio de decorados exóticos.
Polémica
Finalmente, las lentejuelas y la belleza de las participantes eclipsaron los problemas que enturbiaron este concurso en los días anteriores. Y es que, este año, el certamen que elige a la mujer más bonita del mundo estuvo presidido por la polémica.
Hasta el momento este concurso estaba más acostumbrado a ser criticado por las feministas del mundo que a provocar una crisis política o conflictos de carácter religioso como fue el caso en la edición del 2002, que inicialmente iba a celebrarse en Nigeria.
Desde el inicio, la decisión de organizar un concurso de belleza "a la manera occidental" en un país donde la mitad de la población es musulmana y donde 12 de sus Estados han readoptado la estricta charia (ley islámica) y celebraban en noviembre el Ramadán, mes de ayuno y oración, provocó una gran polémica.
Además, varias candidatas amenazaron o decidieron boicotear el concurso por solidaridad con Amina Lawal, una nigeriana condenada a morir lapidada por un tribunal islámico por haber dado a luz a un niño estando divorciada.
A mediados de noviembre, un artículo del diario nigeriano This Day dedicado a la elección fue la gota de desbordó el vaso y provocó disturbios en el país que dejaron un sangriento reguero de 200 muertos.
En el texto, una periodista local aseguró que el profeta Mahoma, más que criticar este concurso, estaría feliz de elegir por esposa a cualquiera de las participantes. Este artículo provocó que la informadora fuera condenada a muerte por blasfemias y se viera obligada a huir del país.
La presidenta del concurso Miss Mundo, Julia Morley, tuvo que admitir a partir de aquello que Nigeria no era un lugar seguro ni apropiado y aunque negó cualquier responsabilidad en los violentos acontecimientos, decidió cambiar in extremis el certamen a Londres.
Pero el viernes último, un juez británico ordenó que se congelaran los fondos del comité de organización y amenazó con anular el concurso.
La decisión fue tomada a raíz de la demanda de una empresaria nigeriana, Angela Onyeador, que afirmó que perdió unos 750.000 dólares por avalar una cena de gala que se iba a celebrar el pasado 10 de noviembre en un gran hotel londinense.
Cada invitado debía pagar 1.000 libras (unos 1.600 dólares) para asistir y Onyeador debía recibir un 60 por ciento de los beneficios.
El comité le había prometido que el príncipe Felipe y el príncipe Eduardo, esposo e hijo de la reina Isabel II, acudirían a la cena, pero los dos, debido a la polémica reinante, anularon en el último momento y tampoco hubo cobertura televisiva, por lo que Onyeador decidió demandar a los organizadores. (AFP y Reuters)