En el análisis del equipo en el torneo no puede soslayarse la tarea de los técnicos. Su manejo y conducción siempre van de la mano de lo que muestran los planteles a lo largo de un torneo, en este caso del Apertura. Tanto Julio Zamora al comienzo como Héctor Veira después aportaron lo suyo, aunque luego de un pronunciado bajón como traía el equipo, la llegada de un técnico de la jerarquía y trayectoria del Bambino le otorgó al equipo otra fisonomía y logró un efecto positivo. De hecho, con Veira los jugadores recuperaron la motivación y tuvieron un final de torneo bastante más acorde con las expectativas que se habían trazado. De la mano del Negro Zamora el ímpetu le duró hasta el clásico. Tuvo un arranque para ilusionar y una segunda mitad de torneo frustante. Mostró que podía estar para grandes cosas pero terminó en la más absoluta intrascendencia. Con el agravante de que perdió el clásico ante Central en el Coloso después de 22 años, uno de los estandartes de los hinchas. El plantel y el cuerpo técnico nunca lograron asimilar el golpe. La llegada de Veira supuso un soplo de aire fresco para un grupo diezmado especialmente desde lo anímico. Y en un par de partidos, el equipo empezó a dar muestras de lo que quiere el técnico. Rápidamente captó el mensaje y enseguida llegaron algunos resultados alentadores, como los triunfos ante Racing y Vélez y el auspicioso empate ante Estudiantes en La Plata. El cierre del torneo mereció otro corolario pero deja un importante crédito abierto para el futuro.
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