Sergio M. Naymark / La Capital
"Esta vez me salvé porque tuve un Dios aparte. Creo que nací de nuevo. Pero no sé si habrá una segunda vez". Las palabras corresponden a Juan Marcelo Sandoval, un agente de 27 años que trabaja en el Comando Radioeléctrico de la Unidad Regional XVII y que la madrugada del martes pasado fue baleado por un hombre dentro de una estación de servicios de la ciudad de San Lorenzo donde compartía un café con unos amigos y los empleados del local. El suboficial fue alcanzado por cinco disparos y sin embargo, malherido, alcanzó a repeler el ataque poniendo en fuga al agresor y a un cómplice. Hasta ayer, los motivos de la balacera no habían sido aclarados por los investigadores y no había nadie detenido por el hecho. Mientras tanto, Sandoval se recuperaba en su vivienda de las heridas recibidas y, sin rencores, espera el momento de volver a trabajar en las calles de la histórica ciudad. Todo ocurrió alrededor de las 3 de la mañana del último martes. Sandoval había terminado su turno de trabajo y antes de retornar a su hogar decidió pasar a tomar un café en la estación de servicios EG3 ubicada sobre la ruta nacional 11, en el extremo sur de San Lorenzo y a metros del acceso a la autopista. Estaba uniformado y conversando con un amigo, el playero y la cajera del comercio cuando "ingresaron dos hombres jóvenes que compraron cigarrillos". Sólo otra mesa del lugar estaba ocupada por un camionero. Cuando los presuntos clientes salían, uno de ellos volvió sobre sus pasos, caminó hasta la mesa donde estaba el agente y le vació el cargador de un revólver calibre 38. Sandoval lleva seis años en la policía provincial. "Los primeros tres años estuve en el Comando de Rosario, después vine a San Lorenzo y estuve un tiempo en la comisaría de Capitán Bermúdez, pero lo que siempre me gustó es estar en la calle", confía el hombre en voz baja y entrecortada. "Fue todo muy rápido y sorpresivo. No me di cuenta de lo que pasaba hasta que empecé a escuchar los balazos. Ninguno de los tipos me dijo nada ni me insultó. Se acercó a la mesa y empezó a disparar", recordó Sandoval a media voz cuando La Capital interrumpió su descanso en su casa de San Lorenzo en el momento que cuatro compañeros del Comando lo visitaban. "Hasta hoy nadie se explica cómo me levanté, salí a correrlos a los tipos y pude disparar mi arma", comentó el agente que recibió un disparo en el pecho que le salió por el hombro, dos en la espalda y otros dos en el brazo izquierdo. La acción de Sandoval no pudo evitar que los maleantes huyeran y hasta ayer no habían sido localizados. A la hora de buscar explicaciones al violento ataque, el agente sostiene dos hipótesis: "O iban a robar y al verme con el uniforme se asustaron y me dispararon, o fue una venganza de alguien que en algún momento pude haber detenido y me reconoció", y aclaró que "uno está en la calle permanentemente, apresa a mucha gente que después termina en la cárcel y no puede acordarse de los rostros de todos, pero ellos (por los maleantes) tienen una memoria de oro". Quizás por ello Sandoval se niega sistemáticamente a ser fotografiado por el reportero del diario: "No me hagas fotos, porque va a ser más fácil para los cacos", apunta. Sin embargo, sobre un presunto reconocimiento Sandoval dijo no "tener miedo" ni rencor. "Este es mi trabajo, mi vocación. Yo vengo de una familia de policías, a mi padre lo mataron en un enfrentamiento (ver aparte) y hago lo que me gusta, lo que elegí. Se cuáles son los riesgos que corro y en casa saben que salimos a trabajar pero no saben si volvemos", dijo el agente con un tono resignado en su voz. Sobre su futuro, Sandoval sabe que será difícil. "Tengo cuatro balas adentro del cuerpo. Esta semana los médicos tienen que evaluar los daños que me ocasionó uno de los disparos en el brazo izquierdo, porque me rozó el hueso. Pero espero que no me deje secuelas y pueda volver a trabajar rápidamente. No veo la hora de salir a patrullar otra vez".
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