| | cartas ¿Exámenes o maltratos?
| A comienzos de este año los diarios publicaron bajo el calificativo de "fracaso" el número de aspirantes a la carrera de Medicina de La Plata que no habían "aprobado" el examen (79%). Hoy en Rosario ocurre algo semejante como parte de la hipocresía y política de ingreso a lugares inexistentes o encogidos (en superficie son los mismos que disponían para estudiar los abuelos de sus abuelos). Es necesario plantear el problema real para no estafar a los jóvenes que intentan diseñar algún proyecto profesional. En esta época, la mayoría sueña con emigrar o se refugian en depresiones y adicciones porque sienten inamovible la realidad o sueñan con participar en programas televisivos donde la ficción asfixia y pervierte cualquier fantasía o ilusión. Es una obligación moral informarles, al menos en los diagnósticos vocacionales (otro gran negocio paralelo), que hay demasiados médicos o abogados o profesionales que ocupan lugares hasta la muerte, porque "el sistema" les impide jubilarse (lo del júbilo al margen). Es un derecho de los padres reclamar por explicaciones que les deben a los estudiantes asombrados porque les "había ido bien" en sus exámenes y se sienten centrifugados de sueños e ilusiones con que preñaron sus horizontes. En esta ciudad abundan también las historias que tienen como escenario la Facultad que debiera enseñar Derecho. Dan cuenta de arbitrariedades en sus sistemas de exámenes y actitudes de profesores alejadas de cualquier teoría didáctica. Llevaría muchas páginas describir las injusticias que transitan los estudiantes de facultades (con minúscula) y de institutos falsos, que captan alumnos de ciudades vecinas, donde se promueven con facilidad, porque los padres desconocen el tema de la legalidad en trámite. Como médica me preocupa la demostrada asociación entre el elevado consumo de alcohol, marihuana y psicotrópicos, entre jóvenes que abandonan la enseñanza secundaria y terciaria. Mientras los adultos discutimos castigos, la cuestión de legalizar y penalizar o categorizar drogas en "duras" o "blandas" en lugar de inducir al consumo de una realidad que ellos puedan reconstruir o producir, desarrollando espacios educativos y re-creativos, para que nuestros nietos no padezcan lo mismo. Mirta Guelman de Javkin
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