Lo impensable ocurre. Desde hace una par de años la escena de la música popular asiste al hecho inédito de que propuestas antes destinadas a salones de bailes y tratadas con cierto prejuicio por el establishment cultural, como los recitales de grupos de música tropical, acceden a los teatros tradicionales de la ciudad.
Conjuntos de cumbia, bailanteros y cuartetos, propuestas esencialmente bailables, se presentan de un tiempo a esta parte en ámbitos considerados templos de la música culta como el teatro El Círculo o el Auditorio Fundación Héctor I. Astengo, salas a las que llegaron grupos como Los Palmeras, La Nueva Luna y el solista Leo Mattioli.
¿Los recitales de estos artistas significan un menoscabo en la jerarquía de esas salas? ¿Cómo se plantean el tema los músicos, responsables de salas, empresarios del espectáculo y dirigentes de entidades promotoras de la música de la ciudad? ¿El fenómeno es simplemente la respuesta a la demanda de la gente? ¿La crisis obliga a los responsables de las salas a poner cara de herejes ante la necesidad?
Rubén Deicas es el cantante del grupo santafesino de cumbia Los Palmeras. Con 34 discos editados y una actividad incesante en clubes y bailantas de los principales centros urbanos del país, el músico admitió que actuar en teatros es un viejo anhelo del grupo y descartó que la música tropical sea privativa de las bailantas.
"La idea de que nuestro público sólo quiere vernos en bailantas es errónea, ya que es mucha la gente que también prefiere sentarse cómodamente en una butaca a escucharnos y a pasar un buen rato", expresó el líder del combo que acaba de sumar una actuación en el Teatro Municipal de Santa Fe.
El peso de la responsabilidad
"Para nosotros actuar en teatros como El Círculo o el Astengo representa la posibilidad de ajustar mejor todo el espectáculo, aprovechando las posibilidades de usar una mejor estructura de iluminación y sonido -añadió el músico-. Cuando nos presentamos allí, sentimos que nos cargamos de mayor responsabilidad, porque estamos actuando para otro tipo de público más exigente y más dispuesto a escuchar y evaluarnos musicalmente".
Deicas advirtió que en ningún momento los integrantes del conjunto notaron "alguna actitud prejuiciosa por parte de los directivos de las salas o de los empresarios artísticos", y enfatizó: "Por otro lado, la gente que nos sigue tiene muchos problemas y nosotros le significamos la posibilidad de desenchufarse".
El empresario artístico local José Grimolizzi coincidió con el cantante de Los Palmeras en que hay una franja del público a la que le interesa ver a estos artistas en un ámbito diferente al de los lugares bailables. "Además, hay muchos padres de familia que no quieren que los chicos que siguen a estos grupos frecuenten ámbitos en los que, a veces, suele haber incidentes y nosotros apostamos a ese tipo de público -dijo-. Digamos que en la sala la gente también baila y festeja ruidosamente, pero el mismo ámbito los contiene".
Para ahuyentar cualquier duda sobre las posibles restricciones puestas por los responsables de los teatros respecto de los géneros musicales populares, Grimolizzi señaló: "Nunca, ni en el Astengo ni en El Círculo, recibí quejas o críticas antes o después de las actuaciones de ninguno de los grupos que traje".
El Mozarteum Argentino filial Rosario funciona en el Auditorio Fundación Astengo. La entidad promueve las expresiones más destacadas de la música clásica y del ballet. Para el director de la entidad, Jaime Abut, el único parámetro para aceptar o no la presencia de cualquier espectáculo en una sala debe ser la calidad dentro del género al que pertenezca la propuesta.
"Que una sala habitualmente dedicada al teatro o la música de cámara se vuelque a otro tipo de espectáculos simplemente refleja el hecho de que la cultura es una categoría muy amplia -indicó-. Creo que el único resguardo que se debe adoptar es que la manifestación sea de calidad dentro del género que representa, evitando lo chabacano. Si eso se cumple, la sala no se desmerece en absoluto".
Los riesgos de la popularidad
No obstante, Abut puso algunos reparos. "Este tipo de espectáculos puede traer aparejado algún problema en el sentido de que convoca a un público mucho más efusivo que el que habitualmente asiste a un concierto de cámara o una función de ballet y eso puede generar algún daño material en la sala".
El director del Mozarteum recordó que el dilema sobre el acceso de ciertos espectáculos a determinados teatros se manifestó este año en el Teatro Colón cuando Pedro Ignacio Calderón lo llevó a Gustavo Cerati para actuar en un concierto con la Sinfónica Nacional. "Hubo mucha gente que se rasgó las vestiduras por eso, pero insisto con la idea de que si las cosas ofrecen un estándar de calidad están bien", añadió Abut.
Hugo Gribodo es un histórico y respetado administrador del teatro El Círculo. Para él, que coincide con reservas con los testimonios anteriores, la habilitación de la sala a determinadas expresiones musicales o artísticas en en cierta medida desmerecen el nivel de la sala y recordó que en un conservador directivo del Teatro Colón de Buenos Aires renunció a su cargo cuando consideró inapropiado que accedieran al coliseo espectáculos a su entender no merecedores de ese privilegio.
No obstante, Gribodo contempló la posibilidad concreta de que "evidentemente, en las actuales condiciones económicas del país, las presencias de ciertos números se justifican para poder seguir sosteniendo la estructura de una sala, que tiene costos de mantenimiento altísimos, en un momento en el que con las manifestaciones tradicionales del teatro no alcanza".