 |  | Editorial El debut en las urnas
 | La fuerte e inédita crisis que golpea a los argentinos desvía inevitablemente la atención social hacia los múltiples problemas que origina la coyuntura. Así, una suerte de peligroso "día a día" ha terminado por opacar la visión mediata y en muchos casos obstaculiza la comprensión de las coordenadas sobre las que se desarrollará el futuro. Aunque paradójicamente parezcan todavía lejanas -dada la fragilidad que en el país marca a fuego a todos los compromisos- en 2003 se realizarán elecciones presidenciales en la Argentina. Y como cada vez que se produce un hecho de esta naturaleza, muchos jóvenes harán su primera experiencia como votantes. En su edición de ayer La Capital reflejó en dos notas las diferentes actitudes de los inminentes debutantes ante la responsabilidad que deberán asumir pronto. Y las conclusiones, pese al desánimo que pareciera cundir en la sociedad, deben inscribirse en el terreno de lo positivo. Uno de los principales obstáculos a remover si se pretende despejar el camino hacia una Nación mejor es, sin dudas, la apatía. Escepticismo y desidia signan el comportamiento de muchos ciudadanos. El elevado nivel de participación popular reflejado en los cacerolazos parece haberse diluido para entrar en un cono de sombras. Sin embargo, los estudiantes de derecho de la ciudad dieron una señal de madurez al reflejar que en sus preferencias no se impone la consigna "que se vayan todos", la misma que en su momento expresó una legítima repulsa popular y ahora se ha vuelto un emblema de la antipolítica. Mientras, unas jornadas de formación que reunieron a medio millar de rosarinos que votarán por primera vez el año entrante dejaron como saldo una contundente apuesta por la democracia y nítida confianza en el porvenir. El riesgo que acecha en situaciones como la presente consiste en que para cambiar se arrojen por la borda más cosas de las necesarias. El marco de libertades civiles -conquistado en épocas que muchos parecen haber olvidado- debe ser defendido a rajatabla. Resultaría en extremo grave que se confundiera el fracaso de una camada puntual de dirigentes con la derrota permanente de la Nación entera. La democracia es la herramienta principal para vehiculizar las transformaciones y le corresponde al pueblo utilizarla con inteligencia.
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