Año CXXXVI
 Nº 49.673
Rosario,
lunes  25 de
noviembre de 2002
Min 21º
Máx 32º
 
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Pobre Diablo, pero aprovechador
Lo que dejó la 18ª fecha

Gustavo Conti / Ovación

Los hinchas de los bastones azules y amarillos cruzaban los dedos, los rojinegros del laguito que desafiaron el insoportable calor local viajando 150 kilómetros para alentar a su equipo a un lugar más tórrido aún maldecían desde hacía rato porque no hubo recompensa. Como siempre, la Rosario futbolera jugó antes su partido que el que atrapaba la atención desde Ushuaia a La Quiaca. Pero una vez que Madorrán y Sequeira se apiadaron del sufrimiento ciudadano siempre partido al medio, el dial sintonizó la radio porteña o su repetidora local. Los que pudieron se amontonaron con los parroquianos de los bares con decodificadores para observar los histéricos últimos minutos de Avellaneda. Como si hubieran entrado fresquitos en el complemento de un partido intenso, no podían entender por qué Boca dominaba como lo hacía y cómo el líder Independiente estaba tan entregado. Y cómo, al fin, el fútbol deja siempre a mano su costado imprevisible, metiendo en este caso la cola para regocijo del pobre diablo que se salió al final con la suya.
Claro que en Rosario (sobre todo por la afluencia de estudiantes de pueblos vecinos) y sus alrededores los hinchas de Boca se multiplican más de lo que canallas y leprosos creen, y también varios rojos sacaron el pecho en este Apertura después que lo empezaran con la calculadora en la mano. Por eso, y porque en esta ciudad el fútbol se transpira tanto que muchos hasta se quedaron pendientes hasta la noche por el resultado de Tiro Federal en el Argentino A, no extrañó que desde antes de las 4 y hasta después de las 6 de la tarde muchos eligieran pasar la tarde en el bar más cercano, palpitando el clásico decisivo al ritmo de las imágenes de TV, esas que entregaron a un Boca mucho más preparado para lo que había en juego que el equipo de Gallego, que se mostró timorato en grado supremo cuando lo que más se requería era personalidad de campeón.
No la tuvo el gallardo líder, al que ya se le podría sacar el mote de gallardo. Fue un alma en pena hasta que acertó en un centro casi sobre la hora porque Boca cometió el pecado de perdonarle la vida en muchas ocasiones, como cuando Delgado se la morfó al no darle el pase al solitario Tevez, la robó Milito y en la contra vino el empate. El Diablo, que no sabe de misericordia, usufructuó la que le ofrecieron y ahora sí que no se le puede escapar el campeonato. Porque enfrentará a un San Lorenzo que está en otra cosa, que probablemente no ponga sus mejores valores, y que encima sus hinchas preferirán sin dudas que los xeneizes no den la vuelta.
Boca debe ganarle ahora a Central y esperar la manito del cuervo. Si bien el equipo de Tabárez está obligado al triunfo, al de Russo le vino bien el final de Avellaneda. Porque si Boca ganaba era prácticamente imposible que no lo hiciera en la última fecha. En cambio, por cómo se dieron las circunstancias, quedó golpeado y sabe que deberá jugar con el oído en otra cancha. En un juego donde cada uno mira las cosas desde el cristal de su conveniencia, Central tiene más argumentos como para pensar que no pondrá la cabeza, gracias a una última fecha que difícilmente no se defina al rojo vivo.



Pusineri pone la cabeza para que el rojo delire.
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