Mauricio Maronna / La Capital
El operador top de la posdictadura mira al cronista de La Capital, se lleva la mano derecha al mentón y, por un momento, invierte los roles: "Creo que el Lole no será candidato, ¿usted qué opina?". La respuesta genera un gesto de desazón en el político infructuosamente más buscado por el periodismo. "Yo creo lo mismo. Esto va a terminar mal...", confiesa en el lobby de un hotel porteño mientras apaga por unos minutos su celular que, frenéticamente, rompe cada 30 segundos el clima chill out que se escucha como fondo. Al operador de mil batallas se le adjudicó haber estado en el campo de Llambi Campbell casi implorándole a Carlos Reutemann que sea "el candidato del consenso" y ofreciéndole el respaldo de su partido, clave para que el Parlamento suene como un Stradivarius y acompañe los proyectos "que Lole quiera sacar". "Es un invento de los medios porteños, usted sabe cómo es esto: no tienen nada para escribir ni hablar, olfatean que todos están detrás de él y dicen que al comando de las operaciones vengo yo", argumenta el dirigente sin perder el medio tono ni la cordialidad. "Con Reutemann estuvimos tres veces: en una hablamos de su reelección (después frustrada) a la Gobernación, creo que fue en el 94; en otra conversamos sobre el agro y, en una tercera oportunidad, charlamos sobre Fórmula 1. Además, me dijeron que en ese campo, al que salta la tranquera se le vienen encima unos perros tremendos. ¿Eso es verdad?". El cronista asiente y el operador larga la carcajada. El mediodía porteño se consume y el interlocutor tiene una agenda cargada: se levanta, saluda y promete un próximo encuentro. "Viste que no soy ningún monje negro", parece decir, aunque queda implícito que su nombre debe resguardarse en el anonimato. Viendo alejarse a un protagonista fundamental (siempre desde las sombras) de los últimos años de la Argentina, el cronista puede, al fin, confirmar una certeza: en el corazón del poder (más allá del peronismo), la negativa de Reutemann es una baldosa floja que hace trastabillar lo previsible y avizora los peores fantasmas. Así está la Argentina. Una hora más tarde, el escenario es el comedor de la Cámara de Diputados de la Nación. "Mire a todos estos... Se les termina la hora. Tendrán que dar las hurras en poco tiempo. ¿Sabe por qué almuerzan todos acá? Porque no pueden salir a la calle...", narra un histórico habitué del lugar. No hace falta la confesión para corroborar el estado de las cosas: un impresionante vallado separa al Palacio de las Leyes del ciudadano común. Una imagen que vale más que mil palabras. Cuando algunos voceros de diputados justicialistas advierten la presencia de La Capital, se acercan y preguntan lo mismo que el operador de las mil batallas. ¿Por qué Lole le dijo que "sí" al programa CQC si después lo destrozaron? ¿Qué dice, qué hace, qué va a hacer?, inquieren, sin entender que la función del periodista es preguntar, repreguntar y guardar silencio. "Es el único que puede salvar al PJ del desastre, ¿y sabe por qué?, tiene sentido común y es honesto", dijo Humberto Roggero, en la más absoluta de las intimidades. El jefe del bloque del PJ jamás hizo declaraciones públicas en ese sentido, pero parece tener en claro que el peronismo es un movimiento en fuga. "El Lole creyó que diciéndole «no» a la candidatura, el menemismo no lo iba a joder. Se equivocó de acá a la China... Aquellos (y señala a un bullanguero grupo de legisladores adictos al riojano) están furiosos por su acercamiento a (Eduardo) Duhalde. Ya empezaron por pegarle a (Angel) Baltuzzi, que es como pegarle a él: el Yayo es el tipo más fiel que tiene el Lole acá adentro. Estos, cuando operan, son una maquinita", dice el informante, aún sin saber que no sobrevuelan aviones pero sí burdas operaciones contra el titular de la Casa Gris (ver página 6). Mientras, el lugar se vacía de diputados, asesores, periodistas parlamentarios y personajes curiosos. No menos curioso es el plato principal del día en el comedor de la Cámara: "ñoquis a la bolognesa". Un rápido sondeo con los justicialistas que quedan deambulando por las inmediaciones resulta llamativo: todos creen que, si hay internas, el elegido será Carlos Menem. Pero los mismos que sostienen esa opción están convencidos de que Duhalde hará lo imposible para que el riojano no se vuelva a calzar la banda presidencial. "La guerra recién empieza. Lo peor de la batalla está en ciernes", pronostica amargamente, y con un halo de misterio, un garganta profunda que observa, hasta ahora, con neutralidad la interna justicialista. El sol de las 15 pega en el cronista como un bálsamo reparador: el clima de la cocina de la política argentina resulta casi asfixiante. Por Rivadavia y Riobamba la temperatura porteña pasa por necesidades y reclamos más urgentes: unos pocos jubilados, ahorristas y desocupados no paran de cantar "que se vayan todos, que no quede ni uno solo". El impresionante vallado que rodea todo el Congreso obliga a detener nuevamente la mirada. Parece el frontón que separa a la política del ciudadano común. u En un país con el 53% de sus habitantes conviviendo con la pobreza alguien quiere combatir la miseria con tanques en la calle. No se sabe cuándo se votará y quiénes serán los candidatos. u En provincia de Buenos Aires, si las elecciones fuesen hoy, el gobernador electo resultaría Aldo Rico. Los dirigentes nacionales con mejor imagen (Reutemann y Luis Zamora) son los que no quieren competir. La mayoría de la sociedad cree que el 2003 será económicamente igual o peor que este año. Unas pocas postales que sirven para describir a un país que camina con muletas tan oxidadas como su clase dirigente.
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