Año CXXXVI
 Nº 49.672
Rosario,
domingo  24 de
noviembre de 2002
Min 20º
Máx 32º
 
La Ciudad
La Región
Política
Economía
Opinión
El País
Sociedad
El Mundo
Policiales
Escenario
Ovación
Suplementos
Servicios
Archivo
La Empresa
Portada


Desarrollado por Soluciones Punto Com





Editorial
Fin de un invento nefasto

Ya es bien sabido: la profunda crisis estructural que cayó sobre la Argentina no se resolverá en breve plazo. Demandará mucho tiempo, y arduos esfuerzos, extraer al país del pantano. Pero después de una larga época en que las malas noticias golpeaban día a día y de manera excluyente, ahora -junto con los permanentes reflejos del desastre, como las muertes infantiles por desnutrición- se perciben también los primeros y tímidos avances en busca de otro rumbo. El anuncio que hizo el ministro de Economía antes de partir hacia el Viejo Continente en busca de respaldos para su gestión despertó un mínimo gesto de optimismo en medio del generalizado hartazgo. Es que significaba el fin de una de las más lamentables creaciones surgidas de la imaginación de los economistas nativos: el corralito.
Hijo de la agonía de la convertibilidad, el cerrojo aplicado por Domingo Cavallo a los ahorros de la ciudadanía fue uno de los más potentes cartuchos de dinamita que terminaron por explotar en las manos del entonces presidente Fernando de la Rúa. Un año entero, plagado de penurias e incertidumbre, llevó desactivarlo, y los costos -como ocurre casi siempre- fueron pagados por los más desprotegidos.
Ahora el funesto artilugio se ha convertido en pasado. Aislado aún internacionalmente, el país trata de emerger de las consecuencias dramáticas que arrojó la equivocada continuidad de un modelo que debió servir, apenas, para enfrentar con éxito la coyuntura de la hiperinflación. La disponibilidad de las cuentas a la vista implica la liberación de una suma cercana a los veintiún mil millones de pesos y también el alivio de muchos argentinos, que pagaron con el fruto de años de trabajo la impericia y la tozudez ajenas.
Lo sucedido en estos últimos doce meses no se borrará de la memoria colectiva. Lo más grave sería, sin embargo, que el recuerdo de la ignominia impidiera la reconstitución de la esperanza. El final del corralito marca un hito y acaso signifique el cierre de un ciclo. Ojalá que el futuro nazca bajo un signo nuevo.


Diario La Capital todos los derechos reservados